X Domingo del Tiempo Ordinario, ciclo B

“ Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa ”

La fuerza sanadora y liberadora del Reino

I.ª Lectura (Génesis 3,9-1S): El egoísmo del pecado

Esta lectura (que se usa en la fiesta de la Inmaculada) es la manifestación teológica de un autor llamado ''yahvista" que se limita a poner por escrito toda la tradición religiosa de siglos, en ambientes culturales diversos, sobre la culpabilidad de la humanidad: Adán-Eva.

Hoy ya se acepta claramente que no es necesario entender todo esto como si se tratara de una sola pareja humana. Los simbolismos del relato nos permiten todo eso y más, ya que científicamente el monogenismo no resiste un análisis coherente. El pecado, pues, nos abruma, nos envuelve, nos fascina, nos empapa en libertad desmesurada, hasta que vemos que estamos con las manos vacías, desnudos y sin nada de lo que pensábamos que íbamos a conseguir fuera de lo que Dios quiere. Entonces empiezan las culpabilidades: la mujer, el ser débil frente al fuerte, como ha sucedido en casi todas las culturas. Y por medio aparece el mito de la serpiente, como símbolo de una inteligencia superior a nosotros mismos, o de una oscura fuerza que puede con nosotros, que no es divina, pero que parece.

El mal siempre ha sido descrito míticamente. Pero en realidad el mal lo hacemos nosotros y lo proyectamos al que está frente a nosotros, especialmente si es más débil, según la una visión cultural equivocada. ¿Quién podrá liberarnos de ello? Siempre se visto en este texto una promesa de Dios; una promesa para que podamos percibir que el mal lo podemos vencer, sin proyectarlo sobre el otro, si sabemos amar y valorar a quien está a nuestro lado; en este caso el hombre a la mujer y la mujer al hombre, y así sucesivamente, grupos familiares, pueblos, razas. Todos estamos convocados a amar el bien y a trasmitirlo... pero desgraciadamente nuestros caminos su tuercen. Sólo Dios puede garantizamos lo mejor y debemos tenerlo en cuenta, acogerlo, obedecerle, buscarlo siempre.

II.ª Lectura (11.ª Corintios 4,13-5,1): La muerte se va transformando en vida

El tema "escatológico" que plantea Pablo en este momento de 2Cor es de verdadera trascendencia. El apóstol está más abierto que nunca a su propia muerte y ya no está preocupado por la "Parusía" (como se puede constatar en 1Tes y en 1Cor), porque siente que su vida como persona y como apóstol se gasta poco a poco. Por ello no va a echar mano de un planteamiento filosófico, sino de la experiencia personal que todo creyente debe tener con Jesucristo, con su muerte y su resurrección. Pero más aún, el "emisario" del evangelio debe estar en disposición de vivir esta vida en Cristo: entregarse a la muerte, para que los otros vivan de ese evangelio. Así se dice clara y manifiestamente en 4,12: "de este modo, la muerte acontece (energeitai) en nosotros, y en vosotros la vida". Significa que mientras el apóstol, por causa del evangelio, va gastando su vida, en esa medida siembra vida en la comunidad que acoge ese mensaje. Pablo ha expresado esta identificación con Cristo en otros momentos, como en Gál 2,20 o en Flp 3,7-11. Pero el hecho de que ahora apoye su ministerio en el kerygma: muerte y resurrección de Jesús, es porque sirve extraordinariamente a la metáfora paradójica del "vaso de barro" y del "tesoro". El predicador del evangelio, pues, experimenta personalmente la soteriología en su doble dimensión de muerte y de vida. No se puede vivir sino muriendo, de la misma manera que Cristo no ha podido resucitar o "ser resucitado", sino pasando por la debilidad de la muerte. Si todos los cristianos, pues, tienen que acoger esta experiencia soteriológica de identificación con Cristo, no puede ser menos el apóstol que está encargado de este ministerio.

De ahí que el apóstol ligue su suerte y su salvación a la de la comunidad. Es lo que va a expresar con el apoyo, además, de una fórmula de resurrección: "aquel que resucitó (egeíras) a Jesús, nos resucitará (egerei) con Jesús y nos presentará juntamente con vosotros" (4,14). Esta fórmula primitiva de tono apocalíptico, sin duda, parece retocada por Pablo en esa última parte al unir su futuro al de la comunidad. Lo cual se confirma con creces en 4,15, ya que ha vivido y vive esta experiencia personal-apostólica para que la comunidad pueda alabar a Dios. Es una de las páginas escatológicas de Pablo, probablemente la más alejada del comienzo, de 1Tes 4 e incluso de 1Cor 15, y la que más ha dado que hablar en tomo a los conceptos escatológicos de la vida después de la muerte, juntamente con Flp 1,22-25. La conciencia de la nékrôsis, es decir, de la afirmación de la experiencia de la muerte, bajo la imagen de la casa y del vestido, es una aportación sustancial vivida como persona y como apóstol. Las dos cosas, pues, son inseparables. Debemos apostar por leer aquí una persuasión de Pablo de que ya no es necesaria la Parusía como en 1Tes 4,15. En el horizonte de su vida y bajo los sufrimientos, la enfermedad, su misión mira al futuro, no solamente desde el punto de vista existencial, sino verdaderamente escatológico. Pablo no habla dualísticamente, ni solamente del hombre interior, sino de todo su ser, de toda su persona.

Evangelio (Marcos 3,20-35): Frente a lo "demoniaco", la familia de los hijos de Dios

De entre las sanaciones de Jesús, merece la pena hablar de la "desdemonización" como clave del anuncio de la presencia del Reino. Pero esto, hoy, no se puede abordar simplemente como de "expulsión de demonios", fenómeno de "exorcistas" que tanta curiosidad provoca a veces, sino de la liberación de la mente y del corazón de que todo el que sufría y padecía estaba bajo la égida del demonio, de Beelzebul como personalización de todo ello. La cultura de la enfermedad en el judaísmo y en Galilea especialmente, tenía estos tonos tan dramáticos de personas desquiciadas. El drama es que esto se concebía como un castigo y un abandono de Dios. Es ahí donde actúa Jesús con su acción "desdemonizadora". Y si el Reino de Dios no se queda simplemente en un concepto, sino que es una fuerza que transforma, Jesús libera a toda esta gente estigmatizada por sus vecinos, y deben ser los primeros en experimentar la misericordia de Dios.

Por eso, la acusación de que Jesús actúa en nombre de Belzebú es negarle todo el pan y la sal del Reino que anuncia y de su misericordia. La parábola, pues, es sintomática: no puede actuar en nombre del Belzebú y expulsarlo. Tiene que ser en nombre de una fuerza mayor; pero es eso lo que no le quieren aceptar. No hay poderes mágicos ni ocultos, sino una palabra de vida, de acercamiento, de misericordia, de gratuidad en nombre del mismo Dios que niegan a esos desgraciados. Es una terapia psicológica, pero más que eso, teológica y espiritual, que sus adversarios no pueden resistir. No hace falta entrar en los términos técnicos de esas enfermedades de la mente, porque lo eran también del corazón. En realidad era una enfermedad cultural y también religiosa, de entonces, que Jesús no estaba dispuesto a aceptar frente a su mensaje evangélico de alegría y amor.

Esa acusación, quiere entender el redactor del evangelio, es justamente lo que viene a ser la blasfemia contra el Espíritu Santo. Se trataría, sin duda, de un "dicho" de Jesús independiente que ahora cobra su sentido aquí: acusarlo de estar de parte de Satanás porque libera a los "endemoniados" es faltar a toda la verdad. Es ponerlo del lado de las tinieblas cuando viene a traer luz; es ponerlo de parte de los cobardes, cuando viene a ser la misma fuerza salvadora y liberadora de Dios; es ponerlo en el ámbito de la cultura malsana de Satanás, cuando todo lo experimenta y lo pace en nombre de Dios y de su bondad. Ese es el pecado contra el Espíritu.

La escena que leemos de Marcos se remata con esa dosis de maldad hasta el punto de que pretenden responsabilizar a la misma familia de Jesús para que ponga remedio al asunto. "Su madre y sus hermanos" han llegado para llevárselo y convencerle que deje ese camino. Es una noticia escueta, dura, realista, sin duda. El que parte de su familia no le apoyara en su actividad de profeta itinerante, no debe sorprendemos; es uno de los puntos que hoy se dan como asumidos en la aproximación a la vida histórica de Jesús. La sociedad galilea tenía sus propias identidades socioculturales y no se perdona ni a una persona ni a su familia en estos casos. Pero Jesús responde como había de responder. Sin renunciar a su madre y a sus hermanos... extiende su familia a todos los enfermos y desvalidos que han encontrado en su "terapia espiritual" una familia nueva que les acoja y les cuide. Son los seguidores del reino de Dios que liberándose de esa cultura demoníaca inaceptable, sienten que de verdad Dios está con ellos en sus sufrimientos.

Fray Miguel de Burgos Núñez
Maestro y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura