“ Ser y hacer familia: un reto de nuestro tiempo ”
Iª Lectura: Eclesiástico (3,2-6;12-14): El misterio creador de ser padres
I.1.La primera lectura de este domingo está tomada del Ben Sirá o Eclesiástico. Tener un padre y una madre es como un tesoro, decía la sabiduría antigua, porque sin padre y sin madre no se puede ser persona. Por eso Dios, a pesar de que lo confesamos como Omnipotente y Poderoso, no se encarnó, no se acercó a nosotros sin ser hijo de una madre. Y también aprendió a tener un padre. La familia está formada por unos padres y unos hijos y nadie está en el mundo sin ese proceso que no puede reducirse a lo biológico. No tenemos otra manera de venir al mundo, de crecer, de madurar y ello forma parte del misterio de la creación de Dios. Por eso el misterio de ser padres no puede quedar reducido solamente a lo biológico. Eso es lo más fácil, y a veces irracional, del mundo. Ser padres, porque se tienen hijos, es un misterio de vida que los creyentes sabemos que está en las manos de Dios.
I.2. Como el relato de Lucas estará centrado en la respuesta de Jesús a “las cosas de mi Padre”, se ha tenido en cuenta el elogio del padre humano de Jesús, que no es otro que José, tal como se le conocía perfectamente en Nazaret. Aunque Jesús, o Lucas más bien, ha querido decir que el “Padre” de Jesús es otro, no se quiere pasar por alto el papel del “padre humano” que tuvo Jesús en Nazaret. Incluso la arqueología nos muestra esa casa de José dónde se llevó a María; donde Jesús vivió con ellos hasta que, contando como con unos treinta años, abandonó su hogar para dedicarse a la predicación del Reino de Dios; donde posteriormente se reúne una comunidad judeo-cristiana para vivir sus experiencia religiosas.
IIª Lectura: Colosenses (3,12-21): Los valores de una familia cristiana
II.1.La lectura de este domingo es de Colosenses y está identificada en gran parte como un “código ético y doméstico”, porque nos habla del comportamiento de los cristianos entre sí, en la comunidad. Lo que se pide para la comunidad cristiana -misericordia, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia-, para los que forman el “Cuerpo de Cristo”, son valores que, sin mayor trascendencia, deben ser la constante de los que han sido llamados a ser cristianos. Son valores de una ética que tampoco se puede decir que se quede en lo humano. No es eso lo que se exige precisamente a nivel social. Aquí hay algo más que los cristianos deben saber aportar desde esa vocación radical de su vida. La misericordia no es propio de la ética humana, sino religiosa. Es posible que en algunas escuelas filosóficas se hayan pedido cosas como estas, pero el autor de Colosenses está hablando a cristianos y trata de modificar o radicalizar lo que los cristianos deben vivir entre sí; de ello se deben “revestir”.
II.2. El segundo momento es, propiamente hablando, el “código doméstico” que hoy nos resulta estrecho de miras, ya que las mujeres no pueden estar “sometidas” a sus maridos. Sus imágenes son propias de una época que actualmente se quedan muy cortas y no siempre son significativas. Todos somos iguales ante el Señor y ante todo el mundo, de esto no puede caber la menor duda. El código familiar cristiano no puede estar contra la liberación o emancipación de la mujer o de los hijos. Por ser cristianos, no podemos construir una ética familiar que esté en contra de la dignidad humana. Pero es verdad que el código familiar cristiano debe tener un perfil que asuma los valores que se han pedido para “revestirse” y construir el “cuerpo de Cristo”, la Iglesia. Por tanto, la misericordia, la bondad, la humildad, la mansedumbre y la paciencia, que son necesarias para toda familia, lo deben ser con más razón para una familia que se sienta cristiana. Si los hijos han de obedecer a sus padres, tampoco es por razones irracionales, sino porque sin unos padres que amen y protejan, la vida sería muy dura para ellos.
Evangelio: Mateo (2,13-23): La escuela familiar de Nazaret
III.1.El evangelio es una pieza extraña que exige interpretaciones refinadas, porque no es una narración histórica, sino que se presenta en sueños. La tradición de Mateo y algunos Apócrifos, hablan de la huida a Egipto; al igual que el pueblo había tenido que experimentar, en tiempos de los hijos de Jacob, su marcha a la tierra de los faraones. Mateo, escuela de catequesis judeo-cristiana, pretende hacer comparaciones entre el pueblo del Antiguo Testamento y Jesús, que formará un pueblo nuevo, debiendo vivir esa misma experiencia. Sea como fuere, en la lectura de hoy, muy intencionadamente, vemos cómo se nos presenta la figura engrandecida de José, cuidando de la Sagrada Familia, para que vuelvan a su tierra. Pero vuelven a Nazaret, sin duda, porque es ahí dónde el evangelio de Mateo quiere enlazar con los datos históricos de la vida de Jesús.
III.2.El interés de Mateo por el cumplimiento de las profecías no nos debe sorprender, ya que se despacha a gusto en los cc. 1-2. Este texto de la “infancia” está empedrado, por así decir, de esa visión judeo-religiosa, para mostrar una cosa clara y contundente para los cristianos: Jesús, el “hijo” legal de José, es el Mesías. Si ya antes se ha puesto de manifiesto el texto de Is 7,14 (sobre la virgen) o el nacimiento en Belén (Miq 5,1), ahora quiere recorrer con los profetas un itinerario teológico que muestra el que Jesús también ha sabido vivir la experiencia primigenia del pueblo que fue rescatado de la esclavitud del faraón de Egipto. Para ello se ha valido de Herodes el Grande y sus felonías, cruel desde luego, pero del que no es fácil aceptar su matanza de niños recien nacidos. Es muy raro que Flavio Josefo, que informa bastante sobre el monarca idumeo-judío, no mencione una cosa de esta envergadura. Ahora Mateo, en la lectura que hace de Os 11,1 y Jr 31,15 quiere completar el ciclo de su aplicación a Jesús de los textos proféticos. Y especialmente, también, explicar cómo Jesús será llamado “nazoreo”, porque vivió en Nazaret. En concreto, las cosas más elementales se quieren presentar bajo la lectura religiosa del “cumplimiento” de las Escrituras, de los textos proféticos. Para nuestra mentalidad y nuestra cultura, ni siquiera había que justificar que Jesús es el Mesías porque es de la familia de David y hubiera nacido en Belén, porque lo es por otras razones; pero para los primeros judeo-cristianos esto es imprescindible, y Mateo es su portavoz.
III.3. No podemos extrañarnos de las “acomodaciones” escriturísticas que palpitan en el texto mateano. Tampoco habría que escandalizarse desde una óptica de “agnosticismo barato” como hacen algunos, que no saben leer los textos bíblicos o evangélicos. Lo importante son los símbolos; y lo religioso no se puede expresar más que desde esa hermenéutica. Después está el problema de las fuentes, además de las intenciones de los evangelistas; y ciertas cosas ya no se podían rebatir… Era tan estrecha la unión del mesianismo de Jesús y su origen en Belén que había que justificarlo. Eran tan palmaria la tesis histórica de Jesús como Nazareno de Nazaret, que había que dar una explicación de por qué si era de Belén no se le conocía como “belemita” en vez de Nazareno. Lo de no vivir en el territorio de Arquéalo, hijo mayor de Herodes después por Roma, no resiste un análisis histórico, pues en Galilea gobernaba otro de sus hijos. Y para que fuera llamado “nazoreo” no hay texto profético adecuado. Buscar otro significado o el cumplimiento de un texto profético como algunos han propuesto: ("vástago" o “retoño”, en hebreo "néser", palabra fonéticamente emparentada con Naserath=Nazaret, del tronco de Jesé según Is 11. 1), es algo discutible (de la misma manera, que en este caso se relacione con nazir=consagrado, no se sostiene). Nazaret, pues, no es profecía, sino la pura historia de Jesús el carpintero que un día llegó a ser profeta en Galilea. Pero en Nazaret es donde Jesús crece, vive y madura como persona humana… y como profeta. Allí vive su familia y a ella permanece fiel, como “carpintero” durante casi treinta años. Esto es lo más humano de todo.
III.4.La tradición litúrgica reserva este primer domingo después de Navidad a la Sagrada Familia de Nazaret. El tiempo de Nazaret es un tiempo de silencio, oculto, que deja en lo recóndito de esa ciudad de Galilea, desconocida hasta que ese nombre aparece por primera vez en el relato de la Anunciación de Lucas y en el evangelio de hoy, con una carga muy peculiar de intimidades profundas. Es ahí donde Jesús se hace hombre también, donde su personalidad psicológica se cincela en las tradiciones de su pueblo, y donde madura un proyecto que un día debe llevar a cabo. Sabemos que históricamente quedan muchas cosas por explicar; es un secreto que guarda Nazaret como los vigilantes (Nazaret viene del verbo nasar, que significa vigilar o florecer; el nombre de Nazaret sería flor o vigilante). En todo caso, Nazaret, hoy y siempre, es una sorpresa, porque es una llamada eterna a escuchar la voz de Dios y a responder como lo hicieron José y María, y así se lo enseñaron a Jesús. Ellos le hablaron de Dios y le enseñaron a ir a la sinagoga, a leer la Escritura, los profetas especialmente por los que quedaría fascinado… El profeta de nuestra salvación tuvo, pues, en Nazaret, una familia como nosotros.
Fray Miguel de Burgos Núñez
(1944-2019)