III Domingo de Pascua, Ciclo B

CATEQUESIS DE JESUCRISTO SOBRE LA RIQUEZA DE NUESTRA FE Y SU MÁS IMPORTANTE FUNCIÓN EN NUESTRA COMUNIDAD. (Lc. 24, 35- 48).
 
Jesucristo al encontrarse detenidamente con sus discípulos, nos manifiesta la naturaleza y función de nuestra fe: nos señala que nuestra fe nace del encuentro rico y saboreado con Jesús, en un clima de auténtica paz, pues los discípulos en la situación de terror y de miedo en que se encontraban, les era difícil aceptar la presencia real de Jesucristo, el príncipe de la paz.

Por eso Jesús, come en frente de ellos para confirmar su fe y para manifestarles que está vivo- resucitado, y que el cuerpo que está frente a ellos es como sus cuerpos, hecho de carne y hueso (San Cirilo de Alejandría Comentario a Lucas, PG 72, 947). En este encuentro de Jesús con cada uno de nosotros nos dice que nuestra fe es relacional, es decir, de relación entre dos personas, no tanto de contenidos o de manifestaciones superficiales, sino de Jesús y nosotros.
 
Relación que está llamada a crecer en el encuentro, en el trato continuo y personal con Jesucristo. Aquí está la clave más importante para hacer madurar y poner en acción nuestra fe. En este encuentro de relaciones, Jesucristo nos perdona nuestros pecados, a fin de que nuestra relación personal con él, sea auténtica y progresiva; y así no haya obstáculo de parte nuestra. Nuestro encuentro frecuente con Jesucristo se enriquece al invitarnos a que caminemos en nuestra existencia con él, por medio de nuestra contínua conversión a él. Conversión que implica básicamente nuestra adhesión, nuestra decisión de adherirnos en nuestra vida diaria a Jesucristo. Adhesión que nos compromete a construir junto con Jesucristo, nuestro destino maravilloso de vida y de resurrección; que haremos realidad dando testimonio con nuestra existencia, con nuestras acciones concretas, de la riqueza de Jesucristo, de la acción de Jesucristo en cada uno de nosotros, de una manera auténtica, jamás por motivos de simulación o sociales, en favor de aquellos hermanos que conviven con nosotros,  de aquellos realmente necesitados; como Jesucristo claramente nos dice: “Ustedes sean testigos de esto”.
 
Testimonio de fe, testimonio de vida, testimonio de relación fraternal hacia todos los miembros de nuestra comunidad. Hermanos descubramos en cada Eucaristía el origen y fundamento de nuestra fe; animémonos cada día más a hacer vida esta nuestra fe y convenzámonos que únicamente encontrados y relacionados con Jesucristo, la podemos hacer crecer y madurar; y únicamente en él tendremos la fuerza y la constancia de testimoniarla en la familia, en la sociedad donde vivimos; pues este testimonio es y será capaz de revitalizarnos y de comunicar vida a los demás; pues esta comunicación es y será siempre, Jesucristo. El único capaz de darnos vida y de capacitarnos para dar su vida a los demás, aunque sea con nuestras débiles fuerzas, porque nuestra fuerza es Jesucristo.
 
† Felipe Padilla Cardona.