IV Domingo de Pascua, Ciclo B

CATEQUESIS DE JESUCRISTO SOBRE NUESTRA RELACION CON EL, BUEN PASTOR. (Jn. 10,11-18).
 
Dios, también pastor de su pueblo debía enviarle, en los tiempos mesiánicos un pastor elegido por él, como vemos en Ez. 34,1. Realidad encarnada históricamente por Jesucristo: en un trasfondo muy familiar a la vida de Israel y nuestra, Jesús es enviado como el buen pastor por el amor de Dios Padre;

Jesús con una grande alegría y apertura realizó esta función y la realiza en nuestra historia, entrando por la puerta e identificándose con la puerta del redil; Jesús con verdadero entusiasmo entra en relación con nosotros, pues nos observa, descubre nuestras cualidades y nos conoce profundamente. Conocimiento que es iluminado al compararlo con el conocimiento mutuo entre Dios su Padre y él mismo, pues no es un asalariado.
 
Conocimiento que él expresa con un amor maravilloso hacia nosotros, pues está dispuesto a dar su vida por nosotros, su pueblo. Amor que se expande aún hasta las ovejas que no pertenecen a su comunidad: “tengo además otras ovejas que no son de este redil y es necesario que las atraiga también a ellas”. Es decir, su amor es igual para todos los hombres.
 
Comunidad- rebaño del todo diferente y especial, pues para pertenecer a él, ya no se requiere tanto la herencia de sangre, provenir del pueblo elegido, sino únicamente se necesita escuchar la voz del pastor: “escucharán mi voz y habrá un sólo rebaño y un sólo pastor”. Este nuevo modo de pertenecer al rebaño, manifiesta una autentica comunión entre el pastor y sus ovejas; comunión que Jesús ilumina valiéndose de la comunión que existe entre Él y su Padre. Así debe ser la comunión entre Jesús y nosotros; comunión nacida y alimentada por la fe y manifestada en nuestra obediencia al Pastor y a su Padre Dios.
 
Obediencia- seguimiento que manifestamos en nuestra fe en un Jesucristo que está vivo, que está resucitado, como lo hemos estado viviendo y confesando en este tiempo pascual, y que nos está pidiendo una existencia con auténtico sentido de vida, de resurrección (ver Hech. 9, 31-42). Relación de ovejas y Pastor que culmina en la realidad que Dios Padre ha hecho de nosotros, por medio de Jesucristo, hijos de Dios: “Miren cuanto amor nos ha tenido el Padre, pues no sólo nos llamamos hijos de Dios, sino que lo somos” (1 Jn. 3,1-2).
 
Hermanos en este día del Buen Pastor, pidámosle a Jesucristo que nos siga enviando pastores que en su servicio hacia nosotros, se parezcan a Jesucristo, nuestro Buen Pastor. Y que siempre estemos atentos a fortificar nuestra relación con Jesucristo, por medio de la escucha asidua e interesada de su palabra. Poniéndola en práctica, por el seguimiento y obediencia a la nueva manera de vivir nuestra existencia, como ovejas amadas por Dios, porque somos sus hijos, e invitados a construir junto con Cristo, nuestro destino eterno en el cielo.
 
† Felipe Padilla Cardona.