2012-05-26 L’Osservatore Romano
«Nuestro Múnich, nuestra tierra bávara es tan bella porque la fe cristiana ha despertado sus mejores fuerzas; no ha quitado nada a su vigor; al contrario, la ha hecho generosa y libre. Una Baviera en la que ya no se creyera, habría perdido su propia alma, y no hay tutela de los monumentos que pudiera llevar a engaño al respecto». Estas fueron las palabras que pronunció el nuevo arzobispo de Múnich y Freising, Joseph Ratzinger, con ocasión de su ordenación episcopal el 28 de mayo de hace 35 años, en la catedral de Nuestra Señora en Múnich. Los principales consagrantes fueron el obispo Josef Stangl de Würzburg, el obispo Rudolf Graber de Ratisbona y el obispo auxiliar de Múnich Ernst Tewes. Al nombrar al catedrático de dogmática en la Universidad de Ratisbona, que no tenía aún cincuenta años, el Papa Pablo VI había elegido como sucesor del cardenal Döpfner, para gobernar la archidiócesis de Múnich y Freising, a un eminente teólogo del concilio Vaticano II, reconocido a nivel internacional. «Espiritualmente dirigimos nuestra mirada a ti, amado hijo: estás dotado de excelentes cualidades espirituales; sobre todo eres un importante maestro de la teología que, como docente de teología, has transmitido con celo y fecundidad a tus oyentes. Por tanto, según los tratados existentes, en virtud de nuestro mandato apostólico, te nombramos arzobispo de esa sede metropolitana de Múnich y Freising», se lee en la carta de nombramiento pontificio del 24 de marzo de 1977. Así, después de 80 años, este cargo fue encomendado de nuevo a un sacerdote de la archidiócesis.
El lema elegido por el arzobispo Ratzinger, Cooperatores veritatis («colaboradores de la verdad») estaba tomado de la Tercera Carta de Juan. En su autobiografía Mi vida Ratzinger explicó: «Como lema espiritual escogí dos palabras de la tercera epístola de san Juan: “colaborador de la verdad”, ante todo porque me parecía que podían representar bien la continuidad entre mi tarea anterior y el nuevo cargo; porque, con todas las diferencias que se quieran, se trataba y se trata siempre de lo mismo: seguir la verdad, ponerse a su servicio, Y desde el momento en que en el mundo de hoy el argumento -verdad- ha casi desaparecido porque parece demasiado grande para el hombre y, sin embargo, si no existe la verdad todo se hunde, este lema episcopal me pareció que era el que estaba más en línea con nuestro tiempo, el más moderno, en el sentido bueno del término».
Poco menos de un mes después, el 2 de junio de 1977, siguió el anuncio de que en el consistorio del 278 de junio sería creado cardenal.