Domingo de Pentecostés, Ciclo B

CATEQUESIS DE JESUCRISTO SOBRE LA ACTUALIDAD DE LA ACCION DEL ESPIRITU SANTO EN NUESTRA IGLESIA (Hch. 2,1-11)
 
Contemplemos con detenimiento nuestra Iglesia, nuestra comunidad diocesana, y descubramos que el Hijo de Dios la ha llenado de promesas de vida eterna; y que ciertamente las cumplirá, pero se siente que nuestra vivencia de cristianos es débil y frágil, como si fuéramos poco cristianos.

Sin embargo, con grande esperanza, por todos lados y ambientes sentimos la urgente necesidad de una segunda evangelización, donde nos forjemos y manifestemos como auténticos discípulos y misioneros de Jesucristo. Segunda nueva evangelización que nos hará descubrir los compromisos improrrogables de la fuerza de nuestro bautismo.
 
Hoy que recibimos realmente al Espíritu Santo, pidámosle nos ayude a redescubrir el entusiasmo desbordante de los primeros cristianos y la fuerza de la primera evangelización, que brotó en la mañana de pentecostés en el cenáculo de Jerusalén; donde los discípulos de Jesús, reunidos en oración con María, nuestra madre, esperaban de Dios Padre, el cumplimiento de la promesa de Jesucristo.
 
Pidámosle a Jesucristo, con grande fe y confianza que nos dé la gracia de una renovación, verdaderamente eficaz “en el Espíritu y en el ardor” de vivir como verdaderos cristianos. Supliquémosle que nos enseñe a hablar a nuestro mundo, a nuestros jóvenes, si es posible con lenguas de fuego,  y termine la era de los cristianos tímidos y mudos que discuten, que comparten los problemas de hoy, como lo hicieron los peregrinos, hace un tiempo en el camino que conduce de Jerusalén  a Emaús, sin darse cuenta que el Maestro vivo y resucitado caminaba con ellos. Hoy no repitamos esta amarga experiencia y decidámonos animados por el Espíritu, a caminar junto con Cristo resucitado y vivo.
 
Pidámosle a Jesucristo que nos haga estar siempre dispuestos a recibir su Santo Espíritu, que nos enseñe a esperarlo, a tratarlo, como María en la Anunciación y en Pentecostés, donde nace nuestra Iglesia; y la Madre de Dios se convierte en nuestra Madre. Padre Santo, enseña a nuestras y a las generaciones futuras que Jesucristo, tu Hijo, camina y permanece hasta el final de la historia con nosotros, como nuestro Salvador.
 
Ayúdanos a proclamar a grandes voces que él es “camino, verdad y vida”: Camino, es decir, el sendero seguro que conduce a la meta final; Verdad, o la nube luminosa que guía a los viajeros en la noche: Vida o profundidad de paz, serenidad, alegría inmutable que ninguna creatura podrá destruir.
 
En fin, hermanos vivamos como auténticos discípulos en el mundo presente que estamos viviendo; que únicamente aceleremos el paso para seguir el mandamiento del Maestro que nos exhorta a vivir, a ser uno, en comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Y caminemos juntos siempre hacia el Señor, para que el nos comunique su esplendor, y así, nuestra comunidad, nuestro mundo, reconocerá a Cristo en sus hijos, vivo y resucitado.
 
 

† Felipe Padilla Cardona.