El Beato Juan Bautista Scalabrini (1839-1905) es conocido en Italia y en el mundo como el “Padre de los Migrantes”.
Nacido en Fino Mornasco, Como (Italia), entró en el Seminario a los 18 años y fue ordenado sacerdote a los 24. Deseoso de irse de misionero a Ásia, su obispo le dijo: “Tus Indias están en Italia”. Fue Profesor y Rector del seminario de su diócesis y en seguida Párroco en una parroquia de la periferia.
Consagrado Obispo de Piacenza a la joven edad de 36 años, fue infatigable en la administración de los Sacramentos, en la predicación, en la educación del clero y del pueblo, en el amor a la Iglesia y al Papa, en el culto a la verdad, en la unidad y en la caridad. De estas virtudes dio pruebas heroicas en la asistencia a los enfermos de cólera, en la solicitud por los enfermos y por los encarcelados, en la predilección por los pobres, en el perdón a los enemigos. Salvó del hambre a millares de campesinos y obreros, despojándose de todo. Fundó un Instituto para Sordomudas. Organizó la asistencia a las obreras del arroz, sociedad de mutuo socorro, asociaciones de obreros, cajas rurales y cooperativas.
Llamado por Pío IX “apóstol del catecismo”, contribuyó grandemente al renacimiento del catecismo, siguiendo como modelo a San Carlos Borromeo; ideó y presidió el primer Congreso Catequístico Nacional y fundó la primera revista de catequesis de Italia.
Vivió desde dentro el drama del éxodo de los migrantes que se dirigían en gran número desde Italia hacia los países de América. En el 1887 fundó la Congregación de los Misioneros de San Carlos y la Sociedad de San Rafael para la asistencia religiosa y la promoción humana de los migrantes, que estaban abandonados por todos, a menudo en la semiesclavitud, expuesto a perder para siempre la práctica religiosa y la fe. Asimismo, patrocinó con energía la creación de instrumentos legislativos e institucionales para la protección humana y jurídica de los migrantes contra cualquier forma de explotación.
Fundó además, junto con el Padre Giuseppe Marchetti a las Misioneras de San Carlos. En el 1901 visitó a sus misioneros y a los migrantes de los Estados Unidos y en el 1904 hizo lo mismo en Brasil.
Extenuado por las fatigas y los viajes apostólicos, murió el 1 de junio de 1905.
El día de su Beatificación en Roma, el 9 de noviembre de 1997, Juan Pablo II dijo de él: Juan Bautista Scalabrini sintió y vivió constantemente la vocación universal a la santidad. Le gustaba repetir: «¡Ojalá pudiera santificarme y santificar a todas las almas que se me han encomendado!». Anhelar la santidad y proponerla a cuantos encontraba fue siempre su primera preocupación. Profundamente enamorado de Dios y extraordinariamente devoto de la Eucaristía, supo traducir la contemplación de Dios y de su misterio en una intensa acción apostólica y misionera, haciéndose todo para todos a fin de anunciar el Evangelio. Su ardiente pasión por el reino de Dios hizo que fuera celoso en la catequesis, en las actividades pastorales y en la acción caritativa, especialmente con los más necesitados. El Papa Pío XI lo definió el Apóstol del catecismo por el empeño con el que promovió en todas las parroquias la enseñanza metódica de la doctrina de la Iglesia, tanto para los niños como para los adultos. Por su amor a los pobres y, en particular, a los inmigrantes, se hizo apóstol de sus numerosos compatriotas obligados a expatriar, a menudo en condiciones difíciles y con el peligro concreto de perder su fe: para ellos fue padre y guía seguro. Podemos decir que el beato Juan Bautista Scalabrini vivió intensamente el misterio pascual no a través del martirio sino sirviendo a Cristo pobre y crucificado en los numerosos necesitados y personas que sufrían, a quienes amó con predilección en su corazón de auténtico pastor solidario con su propia grey.”