Se le conoce con el nombre de Bonifacio o Winfrido y su fama ha llegado hasta nosotros, sobre todo, por haber sido el apóstol de Alemania. Nació por el año 680 en Wessex, Inglaterra, de una familia profundamente cristiana. A la edad de siete años, con el permiso de sus padres, se fue a vivir con unos monjes de quienes recibió una sólida formación cristiana. A los 14 años se trasladó al monasterio de Nursinling, e ingresó como religioso benedictino en la Orden. Se entregó de lleno a su formación intelectual y religiosa. Más tarde, por su gran aprovechamiento fue condecorado como Maestro de Teología.
Pero mucho más que en los estudios científicos, aunque sagrados, se le veía progresar en la carrera de la santidad, pues era notorio a todos cuantos le trataban, los progresos que hacía en toda la gama de virtudes y exigencias que lleva consigo una auténtica vida religiosa y monacal.
Estaba dispuesto para la gran obra que el Señor le tenía preparada: Obra de evangelización y de coronamiento del martirio. Bonifacio se encontraba en la plenitud de la edad y estaba dispuesto a entregar su vida por Jesucristo y sus hermanos. Así lo manifestó al Padre Abad del monasterio y el año 716 partía a extender la Buena Nueva de Jesús por tierras de Alemania, si ésta era la voluntad del Papa San Gregorio II, a cuyas órdenes se ha puesto al llegar a visitarle a Roma. En el año 719 le nombra el Papa "Misionero apostólico y Legado suyo en Alemania". Recorre ciudad por ciudad, pueblo por pueblo y organiza, instituye la jerarquía eclesiástica, funda Iglesias, monasterios de monjas y monjes, habla de Jesucristo a ricos y pobres, reyes y labriegos. Su celo no tiene límites. Organizó Concilios, fundó Obispados. Por fin estaba maduro para el martirio. Muere el 5 de junio del año 755, junto con otros cincuenta y dos compañeros por el fanatismo de unos gentiles enemigos de Jesucristo.