(¿?-¿1000?) nació en Palermo, en la isla de Sicilia, Italia; los datos de su vida se esconden en las penumbras de la historia.
En la época de la Edad Media en la que vivió Santa Olivia u Oliva de Palermo, había una fuerte presencia musulmana en el norte de África y en general en todo el Mediterráneo (recordemos que era la época en que la mitad de la Península Ibérica estaba ocupada por seguidores de Mahoma).
La tradición cuenta que Santa Olivia era una niña muy devota que pertenecía a una familia noble de Sicilia. Cuando tenía doce años de edad, siendo ya casi una mujer muy bella, un día que paseaba sola la ciudad de Palermo fue asaltada por una horda de piratas que la secuestró.
Estuvieron a punto de cometer atrocidades con ella, pero se retractaron al enterarse de la nobleza de su sangre, pero sobre todo al percibir su piedad y tranquilidad de espíritu. Perturbados, los piratas la desembarcaron en el primer puerto, que fue en Túnez.
Viéndose Santa Olivia en una nación extranjera y con una fe distinta a la suya, comenzó a predicar el Evangelio entre los moros. Se dice que realizó numerosos milagros, sobre todo de curación de enfermos que acudían en su búsqueda.
Las autoridades musulmanas, temerosas ante el éxito de la santa, la capturaron y la llevaron a lo profundo de una floresta salvaje, esperando que las bestias la devoraran. Sin embargo, su tranquilidad espiritual característica la favoreció haciendo que los animales salvajes le mostraran amistad.
Ante este fracaso, pues cada vez se volvía más célebre entre la población de Túnez, las autoridades decidieron recluirla en prisión y esperar a que muriera de hambre, pero cuando iban a verla ella siempre les recibía con la sonrisa que reflejaba su paz interior.
La única manera que los enemigos de Santa Olivia de Palermo encontraron para que su resistencia cejara, fue cortándole la cabeza.
SANTA OLIVIA DE PALERMO nos enseña la importancia de la tranquilidad de espíritu.