Ciudad del Vaticano, 13 junio 2012 (VIS).-El Santo Padre inauguró a última hora del lunes, 11 de junio, en la basílica de San Juan de Letrán, el Congreso eclesial diocesano de Roma, que concluye hoy. Durante tres días los participantes han discutido sobre el valor del bautismo, inspirándose en el título del encuentro, tomado del evangelio de San Mateo: “Id y haced discípulos, bautizando y enseñando. Descubramos de nuevo la belleza del bautismo”.
Siguen extractos del discurso que el Santo Padre improvisó en esa ocasión
“Bautizarse significa estar unidos a Dios; en una existencia nueva y única (...) Pensando en ello podemos ver algunas consecuencias: La primera es que Dios ya no está lejos de nosotros (...) nosotros estamos en Dios y Él en nosotros. La prioridad, la centralidad de Dios en nuestra vida es la primera consecuencia del Bautismo”.
“La segunda consecuencia es que (...) no somos nosotros los que nos hacemos cristianos(...) Ciertamente, es también una decisión mía y necesaria, pero sobre todo es una acción de Dios conmigo (...)Dios me asume (...) y diciendo sí a esta acción de Dios me hago cristiano (...) El tercer elemento es que, al sumergirme en Dios, me uno a mis hermanos y hermanas porque todos los demás están en Dios y así, salgo de mi aislamiento (...) estoy sumergido en la comunión con los demás”.
“Este rito, como el de casi todos los sacramentos, se compone de dos elementos: de materia -agua- y de palabra (...) El cristianismo no es algo puramente espiritual (...) Dios es el creador de toda la materia (...) Por eso es importante que la materia forme parte de nuestra fe (...) El otro elemento es la palabra y esta palabra tiene tres elementos: renuncias, promesas, invocaciones. Es importante que estas palabras (...) sean camino de vida”.
“Comencemos por la primera parte: las renuncias. Son tres y considero, ante todo, la segunda: '¿Renunciáis a las seducciones del mal'? (...) En la Iglesia antigua se usaba la expresión ¿'Renunciáis a las pompas del diablo?' (...) Las pompas del diablo eran, sobre todo, los grandes espectáculos cruentos, en que la crueldad se transformaba en diversión, en que matar a seres humanos era un espectáculo. (...) Pero más allá del significado inmediato (...) se quería hablar de un tipo de cultura. (...) Bautizarse significa, sustancialmente, (...) liberarse de esta cultura. Hoy conocemos también un tipo de cultura en que no cuenta la verdad, aunque si aparentemente se quiere que aparezca toda la verdad; lo que cuenta es la sensación y el espíritu de calumnia y destrucción. Una cultura que no busca el bien y cuyo moralismo es, en realidad, una máscara para confundir, crear confusión y destrucción. A esta cultura en que la mentira se presenta bajo la vestidura de la verdad y la información (...) y que busca sólo el bienestar material y niega a Dios, decimos 'no'.”.
“Pasamos a la primera renuncia (...) '¿Renunciáis al pecado para vivir en la libertad de los hijos de Dios?'. Hoy libertad y vida cristiana (...) van en direcciones contrarias (...) la libertad es emanciparse de la fe cristiana y, a fin de cuentas, emanciparse de Dios. (...) Dios se hizo vulnerable (...) porque nos ama. (...) Nuestra primera preocupación debe ser (...) no destruir su amor (...) porque ,si no es así, vivimos contra nosotros mismos y contra nuestra libertad”.
“Y finalmente: '¿Renunciáis a Satanás?'. Esto significa decir sí a Dios y no al poder del Maligno que coordina todas estas acciones y quiere hacerse dios de este mundo”.
“Al final nos queda la cuestión (...) del Bautismo de los niños. ¿Es justo hacerlo o sería necesario hacer antes el camino catecumenal para llegar a un Bautismo verdaderamente realizado? Y la otra pregunta que se plantea siempre es: ¿Podemos imponer a un niño que religión vivir? (...) En realidad la verdadera pregunta es: '¿Es justo dar la vida en este mundo, sin haber recibido el consenso? (...) Yo diría: es posible y es justo solamente si, con la vida, también podemos dar la garantía de que la vida, con todos los problemas del mundo, sea buena (...) que haya una garantía de que esta vida sea buena, de que esté protegida por Dios. Solo la anticipación del sentido justifica la anticipación de la vida. Por eso el Bautismo, como garantía del bien de Dios, como anticipación del sentido, del 'sí' de Dios que protege esta vida, justifica también la anticipación de la vida”.