CATEQUESIS DE PREPARACION PARA LA VENIDA DEL MESIAS (EN Mc. 1,1-8)
El inicio del Evangelio de Marcos está íntimamente unido a las promesas mesiánicas de las Escrituras hebreas (Orígenes, Contra Celso 2, 4), pues él presenta una íntima unión a las voces proféticas de Isaías y de Malaquías “He aquí que yo envío …”. El mensajero solitario del desierto profetizado por Malaquías, es Juan el Bautista, que fue llamado a anunciar la venida próxima de Cristo (Tertuliano, Polémica contra los Judíos 9, 23); su mensaje va estrechamente unido a la justicia y a la misericordia, al arrepentimiento y a la fe (Máximo de Turín, sermones 6, 1). El bautismo de Juan preparó el camino para un bautismo diverso, que tuvo pleno cumplimiento en la futura remisión de los pecados, que se obtendrían con la muerte de Aquel que el mismo bautizó. La autoridad del bautismo de Juan estaba íntimamente unida con la justicia de un hombre justo, y al mismo tiempo un hombre piadoso. El, que recibió la gracia del Señor aún antes de su venida (San Agustín, comentario del Evangelio de San Juan 5, 6). El Verbo encarnado anunciado, se identificó plenamente con los pecadores que necesitaban de un renacimiento (San Cipriano, El bien de la paciencia 6).
San Juan con austeridad y simplicidad de vida, en el desierto se preparó al ministerio de anunciar la venida del Señor (San Clemente de Alejandría, El pedagogo 2, 112, 1), renunciando al sacerdocio según la Ley, Juan se convirtió en heraldo y precursor del Mesías, nuevo Sacerdote (San Beda, Homilías sobre los Evangelios 2, 19). El arrepentimiento y la conversión que Juan predicaba era semejante al de una serpiente que cambia su piel vieja, pasando, aunque le duela, por un estrecho y doloroso pasaje. Así se preparaban a recibir su bautismo aquellos que hacían penitencia. En Juan, la Ley se reconoce en el vestido de piel de camello del desierto; en cambio la Gracia que vendrá, será vestida por la piel del Cordero (San Jerónimo, homilías sobre el Evangelio de Marcos 1). Los profetas anteriores a Juan, recibieron la gracia de predecir la venida de Cristo, pero a Juan le fue concedida la gracia de predecirlo ausente y de verlo presente (San Agustín, Contra las cartas de Petiliano 2, 37, 87). El bautismo de Juan ofrecía el arrepentimiento, el bautismo de Jesús ofrece la gracia.
Hermanos, escuchemos atentamente cómo San Juan vivió con austeridad y sencillez de vida para prepararse a recibir a Jesucristo. Hagamos la opción más importante de nuestra vida diaria, practicando la justicia y la misericordia, el arrepentimiento y la fe, que hemos recibido en nuestro bautismo. Sólo de esta manera, nos prepararemos convenientemente para recibir a Jesucristo, que viene por nosotros y hacia nosotros, lleno de perdón, de gracias y de alegría para encontrarse fructíferamente con nosotros en esta próxima Navidad.
+ Felipe Padilla Cardona.