IV Domingo de Adviento

CATEQUESIS DE DIOS PADRE PARA PREPARARNOS AL NACIMIENTO DE SU HIJO JESUCRISTO (LC.1, 26-38)

En 2 Sam. 7, 1-15 David quiere construirle un templo al Señor, Dios le responde por medio del profeta que no será él, sino su heredero; pero que Dios le construirá una dinastía. donde surgirá el Rey ideal que libertará a su pueblo; en el Evangelio asistimos a la realización histórica de este maravilloso proyecto: el Nacimiento de Jesús que sigue inmediatamente al nacimiento de Juan el Bautista. Quien pone en acción este acontecimiento es Dios Padre, por medio del Arcángel Gabriel que comunica, la fortaleza de Dios a María, para que eficazmente coopere en este acontecimiento que cambiará el sentido y meta de nuestras vidas. Acontecimiento que manifiesta la gran obra de Dios en María: “Te saludo, llena de gracia”, saludo que en toda la historia de la humanidad únicamente es dirigido a María (Orígenes, Homilía sobre el Evangelio de Lucas 6,7). Además el arcángel le anuncia, el Señor está contigo, es decir, que Dios va a pedirle y a intervenir en ella de una manera inaudita, por eso se turba María (San Pedro Crisólogo, Sermones 140, 3-5). 
 
Con la concepción de Jesús en María, da origen a una nueva etapa de la salvación. El arcángel se alegra doblemente de María porque la ve como la nueva sede de la Gloria de Dios, pues Dios se sirve de la carne de María para llevar a los hombres a la Gloria. María recibe las informaciones sobre el Niño, de Gabriel, que le revela el divino misterio de la acción de Dios en ella: porque ella permaneciendo virgen, se convertirá en Madre (Prudencio, La Doctrina de Dios 566-584). Este Niño concebido por María será el Hijo de Dios y el Hijo de María; el estupor de María, ante tan grande realidad, es ocasionado por este prodigioso nacimiento y por su voto de virginidad (San Agustín, La santa virginidad IV, 4). Gabriel le habla de que el Espíritu Santo vendrá sobre Ella y hará, que sin perder su virginidad, pueda concebir al Hijo del Altísimo. Acontecimiento que prefigura nuestro nacimiento a la nueva vida y a la renovación de la humanidad entera, porque el agua del bautismo es como el seno de la virgen (San León Magno, Sermones 24,3). Este nacimiento virginal nos hace libres, porque viene del Espíritu Santo y no del deseo carnal (San Agustín, Discursos 153, XI, 14). Este alumbramiento nos hace entender la presencia de Yahvé en el A.T. en la nube, que cubrió con su sombra el tabernáculo y lo llenó con su Gloria: así como María lleva en su seno al Niño Dios, ahora su cuerpo es el templo, el tabernáculo y el arca de la alianza (Teófanes Canon de la Anunciación); así como el Espíritu descendió sobre María para realizar la concepción de Cristo, del mismo modo, ahora  el espíritu desciende sobre el pan y el vino de nuestra Eucaristía, para crear el alimento de la nueva creación (San Juan Damasceno, La Fe ortodoxa 4-13).
Ante tal grandiosidad, exclama el apóstol Pablo glorificando y alabando a Dios, por la revelación del gran misterio escondido por los siglos eternos (Rom. 16, 25-27).
 
En un ambiente de oración, de espera confiada y alegre, de contemplación, de mucha fe y disponibilidad, acerquémonos a Jesús Niño que viene a darnos la autentica vida, y la fuerza necesaria para construirla en plenitud, en la casa paterna.

+ Felipe Padilla Cardona.