Juegos Olímpicos: Más rápido, más alto, más fuerte

Escrito por  Mons. Rodrigo Aguilar Martínez

Continúan los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Obtener una medalla ha significado para el deportista y el equipo de entrenadores no sólo tener las capacidades físicas y mentales, sino también el haber podido llevar un trabajo planificado, sostenido con disciplina y renuncias por largo tiempo, además de la inversión económica. México tiene un lugar en el tablero de medallas, el cual es bueno pero podría ser mejor si tenemos en cuenta las potencialidades dormidas y desperdiciadas; pero ahora la noticia que nos llena de satisfacción y enciende los sueños es que en futbol está asegurada la medalla de plata y hay esperanza de la medalla de oro, en partido que se jugará el próximo sábado contra Brasil.

El equipo mexicano de futbol ha hecho honor al lema olímpico, con las tres palabras latinas que en español son: “más rápido, más alto, más fuerte”. Y considero que no se debe tanto a la genialidad de algunos jugadores, que sí los hay, sino a la labor de conjunto, de equipo, y a una nueva mentalidad precisamente expresada con dicho lema olímpico. Directivos y jugadores han superado esa mentalidad apocada y derrotista para luchar por la superación, que se ha manifestado por ejemplo en no dejar de luchar cuando se ha ido perdiendo y pelear el balón hasta el último momento, lo que se ha visto reflejado en varios de los goles.

Más allá del resultado del partido de futbol del próximo sábado, con el equipo vemos que también nosotros podemos ponernos metas más altas y exigentes. En el futbol y en otros deportes y en muchos otros aspectos de la vida podemos asumir el espíritu olímpico: más rápido, más alto, más fuerte. Apliquémoslo también a la vida familiar, laboral, académica, religiosa. Es el sentido de trascendencia: ir más allá de metas que nos hemos fijado, las cuales no se vuelvan rígidas. Desde luego tampoco caigamos en el otro extremo, de perfeccionismos obsesivos, sino que sea desde un optimismo realista. En otras palabras, por un lado que haya optimismo, positividad, ser propositivos, con esperanzas de mejorar, como expresa el dicho “hoy mejor que ayer, mañana mejor que hoy”; pero también, por otro lado, que haya realismo, o sea sin pretender la fantasía de construir castillos en el aire, sino pisando firme el suelo. Es difícil pero posible ese optimismo realista que nos acompañe en la definición y ejecución de los objetivos que nos propongamos. Afrontemos los retos que la vida nos presenta, de modo que impliquen de nuestra parte el dar “un paso más”; pero sin el afán de dar saltos desmedidos, que signifiquen violencia prolongada de nuestras facultades. Todo esto, que es parte de nuestra condición humana en perspectiva de superación, pongámoslo en relación con Dios, sepamos que contamos con su ayuda, pues Dios quiere que demos fruto y en abundancia.

+ Rodrigo Aguilar Martínez
Obispo de Tehuacán
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Nacional