Iglesia Católica y Ecumenismo

Escrito por  Mons. Alberto Suárez Inda

En los números 14 y 15 de la Lumen gentium, como en círculos concéntricos, se trata en primer lugar de los católicos que pertenecen plenamente a la Iglesia por la fe y el bautismo y, en seguida, de los cristianos no católicos (ortodoxos y evangélicos) que tienen muchos vínculos con nuestra Iglesia.

El número 16 habla de los judíos que comparten con nosotros la revelación del Antiguo Testamento; de los musulmanes que creen también en un Dios único y misericordioso; de los que practicando otras religiones buscan sinceramente, entre sombra e imágenes, al Dios verdadero; y finalmente de aquellos que sin conocer a Dios tratan de vivir según el dictamen de su conciencia. 

Dejando a un lado toda actitud polémica o condenatoria, el Concilio va señalando los aspectos positivos de estos diferentes grupos, tratando de descubrir una cierta convergencia y viendo cómo a todos puede llegar misteriosamente y por caminos desconocidos la gracia y la salvación de Dios. Sin negar en ningún momento que la Iglesia fundada por Jesucristo es un medio necesario, se supera la visión estrecha y rígida de aquellos que erróneamente piensan que sólo los católicos podrían salvarse.

Ya años antes, el Papa Pío XII había explicado que hay quienes, sin saberlo, ya están en camino de salvación, por voto o deseo implícito al estar abiertos a la verdad y no rechazar de manera deliberada y culpable los medios que Dios depositó en la Iglesia para que pudieran beneficiar al mundo entero.

Ser católico, más que un privilegio que automáticamente nos asegure la salvación, es una enorme responsabilidad. Hemos recibido, sin mérito nuestro, este don y estamos comprometidos a ser una Iglesia misionera que contagie con fervor y convenza con el ejemplo a aquellos que no comparten nuestra fe. 

El mismo Concilio desarrollará con mayor amplitud estos temas en el Decreto sobre el Ecumenismo y en las Declaraciones sobre las Religiones no Cristianas y sobre la Libertad Religiosa. Se dio indudablemente un giro en la mentalidad y postura con mayor amplitud, humildad y respeto, partiendo de una gran confianza en la providencia de Dios que a nadie niega su gracia y la posibilidad de salvación. 

En el número 17, final de este capítulo, se insiste en el carácter misionero de la Iglesia, tema que se retomó en el muy importante Decreto "Ad gentes". Como pequeño fermento en medio del mundo, los católicos tenemos la urgente tarea de testimoniar la alegría y la belleza de nuestra fe, que es capaz de dignificar y enriquecer a los hombres y mujeres de toda raza y cultura.

+ Alberto Suárez Inda
Arzobispo de Morelia
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Nacional