En ciertos restaurantes de Nueva York o Los Ángeles puedes ser servido por un aspirante a actor o actriz. Si ellos tienen surte, y tú buena memoria, algún día podrías incluso ser capaz de decir que te sirvió la ensalada el ganador de un premio de la Academia.
El conde Enrique de Rattenberg podría ir aún más lejos. Fue servido por una santa. Santa Notburga fue sirvienta de cocina del conde. Uno de sus actos de caridad era coger los restos y entregarlos a los pobres. la mujer del conde insistió en que, en vez de ello, alimentase a los cerdos. Notburga obedeció, por un tiempo; luego imaginó que los pobres necesitaban los restos más que los cerdos. Cuando la condesa descubrió que sus órdenes habían sido ignoradas, expulsó a Notburga. Sin embargo, la historia tiene un final feliz (al menos para Notburga). La condesa murió, el conde se volvió a casar y volvió a contratar a Notburga. También le permitió que volviese a alimentar a los pobres.
Nunca sabemos cuándo nos encontraremos con un santo. Dicho en pocas palabras, un santo es alguien que se encuentra actualmente en el cielo. La principal diferencia entre un santo con «S» mayúscula y el resto de quienes están en el cielo es que los primeros han sido reconocidos oficialmente por la Iglesia. Pero ello no significa que la persona que te sirve a la mesa no sea un santo. Sólo significa que aún no está en el cielo.