CATEQUESIS DE JESUCRISTO SOBRE NUESTRAS RELACIONES CON DIOS Y CON NUESTRAS AUTORIDADES CIVILES EN LA PROMOCION DEL BIEN COMUN (MT. 22, 15-21)

En esta parábola Jesucristo nos enseña claramente que nuestras responsabilidades con Dios y con nuestras autoridades civiles son constitutivas de  la dignidad de nuestra persona. Por consiguiente, el complimiento honesto y sincero de esta responsabilidades, nunca se oponen entre sí, sino más bien todo lo contrario, nos ayudan efectivamente a nuestro crecimiento integral como cristianos y como ciudadanos.
 
En el Evangelio de este domingo constatamos que los fariseos, los hipócritas, se alejan de Dios y se reúnen en malévolo consejo, para buscar la manera de hacer caer a Jesús  en sus conversaciones con él. Por ejemplo. Cuando se busca bloquear la corriente natural de un manantial de agua, la presión de la misma, después del tiempo necesario hace explotar este bloqueo y cambia completamente el curso del manantial. La misma cosa sucede en los planes malvados de aquellos hombres, que como los fariseos, quieren engañar a sus semejantes. Es decir, cuando bloquean el camino correcto, buscan simplemente otro camino equivocado, para dañar.
 
La moneda  del Cesar es de oro, la de Dios está hecha de humanidad. Cesar es visto en su denario, mientras Dios es reconocido en nosotros, los seres humanos; por consiguiente da al Cesar, a la autoridad civil la parte, con toda honestidad,  de tu riqueza material que le corresponde, pero reserva y da a Dios, la inocencia de tu conciencia, en la cual Dios siempre está presente y visible. La actitud hipócrita que vemos en el Evangelio y en nuestra sociedad, consiste en esconder la intención de dañar detrás de la adulación. El pagar nuestros impuestos a la autoridad civil, sin importar la manera como los utilicen, pues de esto, ella responderá ante Dios, no impide a nadie servir con sabiduría a Dios (Severo de Antioquía, Sermones en la Catedral, Homilía 104).
 
Es difícil ciertamente, cumplir nuestras responsabilidades civiles y religiosas, pero San Pablo en (1 Tes. 1, 1-5) nos afirma que nuestras obligaciones, por difíciles que sean, únicamente viviendo realmente nuestra existencia, fundamentada en los tres pilares de la vida cristiana: la fe, la esperanza y la caridad, nos facilitarán la manera práctica de cumplirlas y, nos guiaran a concretizar con nuestras acciones, frutos abundantes para nuestra persona, nuestra familia y nuestra sociedad civil.
 
+ Felipe Padilla Cardona.