2012-09-16 Radio Vaticana
(RV).- “Ha llegado el momento de partir”, dijo el Papa en su alocución de despedida dirigiéndose a las Autoridades civiles y religiosas de El Líbano y los “queridos amigos” presentes en esta ceremonia, afirmando que dejaba “con pesar el querido Líbano”.
Tras agradecer las palabras del presidente y el haber facilitado, junto con el Gobierno, la organización de los distintos acontecimientos que han marcado su presencia en esta tierra, apoyado de manera notable por la eficacia de los diferentes servicios de la República y del sector privado, el Santo Padre agradeció también al Patriarca Bechara Boutros Raï, y a todos los patriarcas presentes, así como a los obispos orientales y latinos, sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas, seminaristas y a los fieles que se han desplazado para recibirlo.
Al visitaros –les dijo–, es como si Pedro viniera entre ustedes, y ustedes han recibido a Pedro con la cordialidad que caracteriza a sus Iglesias y cultura. El Pontífice dirigió su agradecimiento en particular a todo el pueblo libanés, que forma un hermoso y rico mosaico, y que ha sabido manifestar al Sucesor de Pedro su entusiasmo, con la aportación multiforme y específica de cada comunidad. “Gracias de corazón –añadió– a las venerables Iglesias hermanas y a las comunidades protestantes. Gracias en particular a los representantes de las comunidades musulmanas”.
Durante toda mi estancia, he podido constatar cuánto vuestra presencia ha contribuido al éxito de mi viaje. El mundo árabe y el mundo entero habrán visto, en estos momentos de turbación, a los cristianos y a los musulmanes reunidos para celebrar la paz. Es tradición de Oriente Medio recibir al huésped de paso con consideración y respeto, y vosotros lo habéis hecho. Os lo agradezco a todos. Pero, a la consideración y al respeto, habéis añadido algo más: algo parecido a una de esas famosas especias orientales que enriquecen el sabor de los alimentos: vuestro calor y vuestro corazón, que me han despertado el deseo de volver. Os lo agradezco de manera especial. Que Dios os bendiga por ello.
El Papa también afirmó que durante su brevísima estancia, cuya razón principal ha sido la firma y la entrega de la Exhortación apostólica “Ecclesia in Medio Oriente”, ha podido encontrar a los diferentes miembros de su sociedad, con momentos más oficiales y otros más íntimos, momentos de gran densidad religiosa y de oración ferviente, y también otros marcados por el entusiasmo de la juventud. Benedicto XVI dio gracias a Dios por estas ocasiones que él ha permitido, por los importantes encuentros que ha podido tener, y por la oración de todos por todos los libaneses y el Medio Oriente, independientemente del origen o la confesión religiosa de cada uno. Y tras afirmar que “El Líbano estaba presente en el Santuario de Dios”, el Santo Padre formuló un deseo:
Que el Líbano de hoy, sus habitantes, pueda seguir estando presente en el santuario de Dios. Que el Líbano continúe siendo un espacio donde los hombres y las mujeres puedan vivir en armonía y en paz los unos con los otros para dar al mundo, no sólo el testimonio de la existencia de Dios, primer tema del pasado Sínodo, sino también el de la comunión entre los hombres, cualquiera que sea su sensibilidad política, comunitaria o religiosa, segundo tema de dicho Sínodo.
“Pido a Dios por El Líbano –agregó–, para que viva en paz y resista con valentía todo lo que pueda destruirlo o minarlo.
Deseo que el Líbano siga permitiendo la pluralidad de las tradiciones religiosas, sin dejarse llevar por la voz de aquellos que se lo quieren impedir. Le deseo que fortalezca la comunión entre todos sus habitantes, cualquiera que sea su comunidad o su religión, rechazando resueltamente todo lo que pueda llevar a la desunión y optando con determinación por la fraternidad. He aquí las flores que agradan a Dios, las virtudes posibles y que convendría consolidar enraizándolas más.
El Papa también afirmó que la Virgen María, venerada con tierna devoción por los fieles de las confesiones religiosas presentes, es un modelo seguro para avanzar con esperanza por el camino de una fraternidad viva y auténtica”.
El Líbano lo ha entendido bien al proclamar desde hace algún tiempo el 25 de marzo como día festivo, permitiendo así a todos sus habitantes vivir con más serenidad su unidad. Que la Virgen María, cuyos antiguos santuarios son tan numerosos en vuestro país, siga acompañándoos e inspirándoos.
Y concluyó con la siguiente invocación en que pidió, en árabe, que Dios los bendiga:
Que Dios bendiga el Líbano y a todos los libaneses. Que no cese de atraerlos a Él para darles parte en su vida eterna. Que los colme de su alegría, de su paz y de su luz. Que Dios bendiga a todo Oriente Medio. Sobre todos y cada uno de vosotros, invoco de corazón la abundancia de las bendiciones divinas. لِيُبَارِك الربُّ جميعَكُم [Que Dios os bendiga a todos].