2012-09-26 L’Osservatore Romano
La liturgia es «servicio al pueblo» y participación «en la obra de Dios». Lo dijo el Papa en la audiencia general del miércoles 26 de septiembre, en la plaza de San Pedro, recordando que el concilio Vaticano II inició sus trabajos hace cincuenta años «precisamente con el debate sobre el esquema sobre la sagrada liturgia, aprobado solemnemente el 4 de diciembre de 1963».
Lo que a primera vista podía parecer sólo una coincidencia, se demostró realmente «la opción más justa»: partiendo del tema de la liturgia, en efecto, los padres pusieron de relieve «de modo muy claro el primado de Dios, su prioridad absoluta. Dios primero de todo: precisamente esto —subrayó Benedicto XVI— nos dice la elección conciliar de partir desde la liturgia». Por lo demás -agregó-, «donde la mirada sobre Dios no es determinante, todo lo demás pierde su orientación». El criterio fundamental para la liturgia es, por lo tanto, «su orientación a Dios, para poder así participar en su misma obra».
Pero, ¿cuál es la obra de Dios? El Pontífice responde incluyendo la definición en la síntesis de dos aclaraciones del Concilio: la obra de Dios «son sus acciones históricas que nos traen la salvación», culminante en la muerte y la resurrección de Jesucristo; así como «la celebración de la liturgia» es «obra de Cristo». Se trata evidentemente de dos significados que «están inseparablemente relacionados» -subrayó Benedicto XVI-; y constituyen la esencia de la «teología litúrgica del Concilio» en cuyo centro está el misterio pascual de la muerte y resurrección de Cristo. Y, citando al beato Juan Pablo II, recalcó que las acciones litúrgicas hacen posible la actualización del misterio pascual dado que «Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en las acciones litúrgicas». Por lo tanto, las acciones litúrgicas se convierten en «el lugar privilegiado del encuentro de los cristianos con Dios». Es en este encuentro -concluyó el Pontífice- que se realiza el diálogo entre Dios y el hombre a través de la oración. No simples palabras -señaló el Papa- sino expresión de esa actitud del corazón invocada por el celebrante al inicio de la plegaria eucarística: «sursum corda», que significa -explicó Benedicto XVI- elevar nuestro corazón «fuera del enredo de nuestras preocupaciones, de nuestros deseos, de nuestras angustias, de nuestra distracción».