XXVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

CATEQUESIS DE JESUCRISTO SOBRE LA MANERA DE VIVIR FECUNDAMENTE NUESTRA FE (Mc. 9,38- 43. 45. 47- 48).

Escrito por: S.E. Don Felipe Padilla Cardona

Jesús nos enseña a todos, que la mejor manera de vivir nuestra fe es que revisemos y profundicemos permanentemente nuestra relación con él y con el Evangelio. De tal manera esto es importante, que nos invita a todos a estar disponibles a recibir su bondad y su misericordia y compartirla con nuestros hermanos y con nuestro mundo, tan deteriorado por nuestra mano. Actitud que Jesucristo está atento a que la practiquemos, porque sólo con ella podemos vivir como auténticos cristianos en nuestra familia, en nuestra comunidad y en nuestro mundo.

Porque si hacemos lo contrario y buscamos la manera de que los sencillos, los que viven profundamente su fe, rompan esta relación con él. Nos dice con mucha claridad que esto no lo podemos hacer, sin sufrir consecuencias nefastas: “no se lo prohíban… mejor les valdría… córtatela”, porque su destino no será la vida eterna. Antes bien nos invita a que con generosidad, hagamos el bien a nuestros hermanos, siempre con justicia y caridad.

Específicamente también insiste en que según sea nuestra actitud frente a las riquezas materiales, manifestamos qué es lo más importante para nosotros: Dios o la riqueza; así como tratamos a los demás, revelamos como practicamos en único mandamiento que nos dejó Jesucristo: el amor a Dios y a nuestros hermanos; pero también nos revela que la visión que tenemos de este mundo: es una realidad pasajera que me sirve para ganar la eterna, o es una realidad tan importante para nosotros que opaca y hace desaparecer nuestra fe en el mundo de Dios, el futuro: “han vivido ustedes en este mundo entregados al lujo y al placer… han condenado a los inocentes y los han matado, porque no podían defenderse”. (Sant. 5, 1-6). Esos tales serán arrojados a la perdición eterna.

En cambio, si nutrimos y acrecentamos nuestra fe en Cristo y en su Evangelio. El nos dará vida, le dará sentido a nuestra existencia, y nos lanzará generosamente a comunicar vida y sentido de ella a los demás. Porque todo lo que compartamos así, será plenamente recompensado por el Señor de la vida y de la infinita misericordia.

En esta Eucaristía, pidámosle a Jesucristo que nos de la valentía de encontrarnos frecuentemente con él, de realizar una experiencia fuerte y gozosa junto a él; y que esta vivencia fuerte la compartamos generosamente con nuestros hermanos, nuestros vecinos, nuestras comunidades; pero especialmente con aquellos que están clamando la justicia y la caridad, que tanto necesitan para crecer, para construir y anhelar, como nosotros la vida de Dios.

† Felipe Padilla Cardona.