Lecturas del Lunes, Vigésima Sexta Semana del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Lun, 2012-10-01

I. Contemplamos la Palabra

Lectura del libro de Job 1, 6-22

Un día, fueron los ángeles y se presentaron al Señor; entre ellos llegó también Satanás.
El Señor le preguntó: -«¿De dónde vienes?»
Él respondió: -«De dar vueltas por la tierra.»
El Señor le dijo: -« ¿Te has fijado en mi siervo Job? En la tierra no hay otro como él: es un hombre justo y honrado, que teme a Dios y se aparta del mal.» Satanás le respondió:
-« ¿Y crees que teme a Dios de balde? ¡Si tú mismo lo has cercado y protegido, a él, a su hogar y todo lo suyo! Has bendecido sus trabajos, y sus rebaños se ensanchan por el país. Pero extiende la mano, daña sus posesiones, y te apuesto a que te maldecirá en tu cara. » El Señor le dijo: -«Haz lo que quieras con sus cosas, pero a él no lo toques. » Y Satanás se marchó. Un día que sus hijos e hijas comían y bebían en casa del hermano mayor, llegó un mensajero a casa de Job y le dijo: -«Estaban los bueyes arando y las burras pastando a su lado, cuando cayeron sobre ellos unos sabeos, apuñalaron a ¡os mozos y se llevaron el ganado. Sólo yo pude escapar para contártelo. » No habla acabado de hablar, cuando llegó otro y dijo: -«Ha caído un rayo del cielo que ha quemado y consumido tus ovejas y pastores. Sólo yo pude escapar para contártelo.» No habla acabado de hablar, cuando llegó otro y dijo: -«Una banda de caldeos, dividiéndose en tres grupos, se echó sobre los camellos y se los llevó, y apuñaló a los mozos. Sólo yo pude escapar para contártelo.» No habla acabado de hablar, cuando llegó otro y dijo: -«Estaban tus hijos y tus hijas comiendo y bebiendo en casa del hermano mayor, cuando un huracán cruzó el desierto y embistió por los cuatro costados la casa, que se derrumbó y los mató. Sólo yo pude escapar para contártelo. » Entonces Job se levantó, se rasgó el manto, se rapó la cabeza, se echó por tierra y dijo: «Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré a él. El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó, bendito sea el nombre del Señor.» A pesar de todo, Job no protestó contra Dios.

Sal 16, 1. 2-3. 6-7 R. Inclina el oído y escucha mis palabras.

Señor, escucha mi apelación,
atiende a mis clamores,
presta oído a mi súplica,
que en mis labios no hay engaño. R.
Emane de ti la sentencia,
miren tus ojos la rectitud.
Aunque sondees mi corazón,
visitándolo de noche,
aunque me pruebes al fuego,
no encontrarás malicia en mí. R.
Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío;
inclina el oído y escucha mis palabras.
Muestra las maravillas de tu misericordia,
tú que salvas de los adversarios
a quien se refugia a tu derecha. R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 9, 46-50

En aquel tiempo, los discípulos se pusieron a discutir quién era el más importante. Jesús, adivinando lo que pensaban, cogió de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo:
-«El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mi; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado. El más pequeño de vosotros es el más importante.» Juan tomó la palabra y dijo: -«Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y, como no es de los nuestros, se lo hemos querido impedir.»
Jesús le respondió: -«No se lo impidáis; el que no está contra vosotros está a favor vuestro. »

II. Compartimos la Palabra

Celebramos hoy la memoria de Santa Teresa del Niño Jesús. Una mujer que, en 24 años de vida, se hizo acreedora al respeto y al cariño universal. Respeto y cariño en su hogar, siendo niña; más tarde, como religiosa carmelita; y, desde que Pío XI la canonizó en 1925, en el mundo entero.

Nace en Alencón-Francia en 1873, la última de nueve hermanos. En 1888 ingresa en el Carmelo de Lisieux, y muere en 1897. A los muy pocos años, el Papa Pío XI la beatifica y canoniza casi a continuación.

Su espiritualidad es el mejor comentario, hecho vida, del texto evangélico de su memoria.

Infancia espiritual

Su obra biográfica “Historia de un alma”, es el reflejo de cómo vivió ella la doctrina evangélica de la infancia espiritual. Teresa aprendió desde muy pequeña que, si Dios es Padre y nosotros somos hijos, no cabía otra postura, honradamente hablando, ante Dios, que sentirnos pequeños, sencillos, confiados y “entregados”. Escribirlo y, para nosotros, leerlo en su libro, es fácil, atrayente y sumamente evocador; otra cosa tuvo que ser practicarlo al lado de personas no tan “pequeñas” y bastante menos sencillas que ella. Pero lo logró, ayudada por sus hermanas y, sobre todo, por la vivencia tan fuerte de su filiación divina.

Vocación al amor

El niño ama connaturalmente. Teresa también. No conoció otro camino de llegar a Dios que el amor. Ni supo relacionarse con él de otra forma. Llegó a decir que su vida fue “un cántico de amor”. Aparentemente, en el Carmelo hizo lo que hacían las demás; los mismos trabajos, los mismos rezos, las mismas observancias. Pero, la actitud que la impulsaba a hacer lo que hacía era el amor. Y no un amor complicado o difícil, sino amor como Jesús lo define en el Evangelio y San Pablo lo explicita en su Carta a los Corintios (I Cor 13,1-13). Lo demás son sólo palabras bonitas sobre el amor. “No creas –escribe ella misma- que estoy nadando entre consuelos. No, mi consuelo es no tenerlo en la tierra. Sin mostrarse, sin hacerme oír su voz, Jesús me instruye en secreto; no lo hace sirviéndose de libros, pues no entiendo lo que leo. Pero a veces viene a consolarme una frase como la que he encontrado al final de la oración, después de haber aguantado en el silencio y en la sequedad: ‘Este es el maestro que te doy, él te enseñará todo lo que debes hacer. Quiero hacerte leer en el libro de la vida, donde está contenida la ciencia del amor’”.

Abandono en los brazos del Padre

Fruto de su “infancia espiritual” y de su “vocación al amor” surgió en ella la confianza profunda, sin reservas y para siempre, en su Padre Dios. Hasta tal punto que llegó a escribir: “Desde hace tiempo no me pertenezco, me entregué del todo a Jesús. Es muy libre de hacer de mí lo que le plazca”. En Teresa, el abandono y la confianza no fueron actitudes ingenuas de quienes se tranquilizan soñando y esperando tiempos distintos y mejores, sino un experimentar que “Jesús está con ella siempre”. Por eso, desde los brazos del Padre, puede confiar ciegamente en la Iglesia, nuevo Reino de Dios, santa y siempre necesitada de renovación; confía también en un mundo siempre necesitado de hacerse más humano y más justo; y, particularmente, en la persona humana, con semillas de eternidad desde que el mismo Dios, haciéndose hombre a todos los efectos, elevó la categoría humana al grado más alto. Que la Santa de Lisieux nos entregue algo de su esperanza, de su confianza y de su filial amor al Padre común.

Fray Hermelindo Fernández Rodríguez
La Virgen del Camino