2012-10-08 L’Osservatore Romano
El sínodo se ha abierto con una gran concelebración en la plaza de San Pedro —antes de la cual Benedicto XVI proclamó dos nuevos doctores de la Iglesia: una es la cuarta mujer en poco más de cuatro décadas— y poco después ha iniciado sus trabajos con la oración que mide el tiempo cristiano. No es una formalidad, sino una elección que quiere reflejar una realidad, dijo el Papa en la meditación que pronunció espontáneamente sobre los textos litúrgicos. Con la preocupación, que le es característica, de entender a fondo el sentido de las palabras de la oración —apenas recitada con los obispos llegados de todo el mundo— y hacerlo entender.
En el corazón de la asamblea sinodal está el término griego euangèlion, ya constatado en Homero y que en tiempos de Jesús indica un mensaje por parte del emperador que trae la salvación. Un vocablo que los primeros escritores cristianos asumen del lenguaje profano y lo transforman. Así, el evangelista Lucas sitúa el nacimiento del niño en la historia del mundo vinculándola con el edicto del emperador Augusto, recordó el Papa. Añadiendo inmediatamente después que si Dios rompió el silencio y habló, es necesario interrogarse sobre cómo transmitir y testimoniar su Palabra, que ante todo es el lògos, el Verbo encarnado.
La búsqueda de un modo nuevo de anuncio del Evangelio —la nueva evangelización apreciada por Pablo II, recordado con significativo afecto por su sucesor— es precisamente el tema central del sínodo y del Año de la fe que está a punto de abrirse al medio siglo del Concilio Vaticano II, convocado por Juan XXIII y guiado por Pablo VI con la misma preocupación. En coherencia con una historia casi bimilenaria que, aún con las limitaciones humanas, se caracteriza por un deseo de fidelidad. Sobre este fondo Benedicto XVI ha presentado a los dos nuevos doctores de la Iglesia: Juan de Ávila, figura de sacerdote reformador culto y humilde, e Hildegarda de Bingen, mujer y monja sabia que indagando en la creación contempló a Dios y supo sostener su Iglesia.
Por lo tanto Sínodo y Año de la fe se abren en el signo de los nuevos doctores, con una llamada hacia lo esencial. En la meditación —auténtica clave de lectura para la reflexión y el debate sinodal— Benedicto XVI ha insistido en el contenido de la fe: en el Verbo encarnado Dios habló y habla continuamente al hombre, quiere entrar en él e involucrarle. He aquí entonces el significado del término confessio, distinto de professio. La fe que madura en el corazón e involucra todos los sentidos, más allá de la dimensión intelectual, debe llevarse y testimoniarse al mundo.
Sólo con esta disponibilidad al testimonio y al sufrimiento por la verdad se puede ser creíbles. Así que a la confessio le seguirá la caritas descrita a menudo en la liturgia como ardor y como llama. Por ello el Papa ha recordado un dicho (lògion) de Jesús conservado por Orígenes: “Quien está cerca de mí está cerca del fuego”. El fuego de la presencia de Dios que incendia y transforma, el fuego del Evangelio por propagar cada día en el mundo.
g.m.v