Que la astrología no se haya extinguido es un hecho sorprendente, pero cierto. Los periódicos y las revistas aún consagran valiosísimos espacios a los horóscopos. Incluso hay canales de televisión que continuamente están prediciendo el futuro según el movimiento de los astros. ¿Cómo es posible que después del iluminismo y del modernismo se siga escrutando el futuro como lo hizo el hombre supersticioso de las cavernas o como lo hacen los agüeros? Muchas personas aún preguntan qué signo del zodiaco eres sin el mayor empacho. Ahora que estamos estrenando el año de la fe, me parece oportuno la referencia que el Papa Benedicto XVI hace en el número 5 de la encíclica Spe Salvi, sobre el fin de la astrología. Cito: “Con el nacimiento del niño Jesús en Belén llegó a su fin la astrología, pues desde el momento en que los Magos, guiados por la estrella adoraron al nuevo rey, Cristo, se acabaron los oráculos, porque desde entonces las estrellas giran según la órbita establecida por Cristo”. El destino de cada persona está en las manos providentes de Dios que es rico en misericordia, y no en el supuesto influjo de los astros.
Es mejor consultar el evangelio que el más sofisticado de los adivinos.
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