JESUCRISTO NOS ENSEÑA EL CAMINO DE LA FE (Mt. 28, 16-20).
Escrito por: S.I. Don Felipe Padilla Cardona
En domingos pasados Jesucristo se presenta como la fuente, la fuerza y la eficacia de nuestra fe. Invitándonos a que insistamos en los aspectos fundamentales de la misma: en primer lugar con su palabra y su vida nos enseña que él es el contenido y la riqueza de nuestra fe, pues Jesús se nos presenta lleno de todo poder en el cielo y en la tierra; pero para hacer brotar, crecer y fructificar nuestra fe, a continuación nos explica el fundamento más importante de la misma: pues fuimos y estamos plenamente sostenidos, apoyados en el maravilloso amor de Dios Padre, en la generosidad absoluta de Jesús y en el acompañamiento incondicional del Espíritu Santo.
Fuimos bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo para que profesemos nuestra fe en un sólo Dios, que recibimos como un sólo don: el don de la Trinidad manifestado en un sólo Dios. Pero esta riqueza de la Trinidad no es para que la guardemos, sino para que la testimoniemos y comuniquemos a todas las gentes, como la obligación más importante de nuestra existencia. Comunicación que va más allá de nosotros mismos, pues tenemos que enseñar a todas las gentes a apreciar, y sobre todo a vivirla como él nos ha mandado. Tarea misionera que no la vamos a realizar solos o desorganizadamente, sino siempre con la presencia viva del mismo Jesucristo hasta el fin del mundo (San Jerónimo, Comentario sobre Mateo 4,28, 18-20). Pues Jesús asegurando su presencia en el presente y en el futuro nos dice que no sólo estará con los apóstoles, sino también con todos aquellos que crean en él (San Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Evangelio de Mateo 90,2).
Misión que Jesucristo quiere que la realicemos de una manera organizada, ya que Él, cuando les habla a los apóstoles y a las multitudes, lo hace como si fueran una sola comunidad, un solo cuerpo; que no depende su eficacia de nuestras limitaciones, sino del poder y la presencia viva de Jesucristo. Si no realizamos esta misión, realmente no vivimos como cristianos; que no es el resultado únicamente de una decisión personal, sino expresión necesaria de nuestra fe cristiana.
Misión apoyada y acompañada de una oración personal y comunitaria: “Te ruego, hermano, que ante todo se hagan oraciones, plegarias, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres” (1 Tim. 2, 1-2); que tiene como punto de partida los derechos fundamentales de los demás, motivada por la justicia (Is. 56, 1).
Hermanos en este año de la fe revaloremos la riqueza que Dios nos ha dado, hagámosla crecer compartiéndola generosamente y sintámonos orgullosos porque Jesucristo nos acompaña en esta tarea fundamental de nuestra vida, que nos llevará a gozar de la vida eterna.