¡SI LE DAMOS EL FIN QUE DIOS LE DIO A LA VIDA TENDREMOS UN: FELIZ AÑO NUEVO!

​Empezamos a vivir Dios gracias, una nueva serie de días, que aunque monótonos en nombre y en número de horas, jamás pierden su importancia. Es tradicional el saludo: Feliz año nuevo, a veces como puro formalismo social. Pronunciado sólo con palabras, sin que brote de lo profundo del corazón, como fruto de una verdadera amistad. Con ocasión del Año Nuevo, se impone reflexionar sobre el verdadero sentido de la vida y la verdadera felicidad. Con la vida y la felicidad sucede lo mismo que con el bosque. Este, tiene un atractivo muy distinto, para un cazador, un leñador, un excursionista o un poeta. Pero el bosque tiene un valor objetivo independientemente de cualquier apreciación subjetiva. También la vida y felicidad, son consideradas de diferente forma, por el niño, el adolescente, el joven, el adulto, el anciano, el enfermo, el sano, el hombre de negocios o el jornalero. Sin embargo la vida tiene su fin bien determinado y no cualquier entretenimiento o diversión pueden proporcionar felicidad verdadera. Vivir con felicidad es la ambición suprema, porque ese es nuestro destino. El anhelo de ser felices es un impulso natural irrefrenable, porque para eso hemos sido creados, para eso hemos nacido. ¿Pero realmente lo somos? La mayoría de las personas no lo son, porque la buscan donde no está: en el dinero, placeres, droga, alcohol, fama, diversiones, que en el fondo no son más que meras evasivas, que hunden más en los problemas. Algunos afirman que cada quien es feliz a su manera, que es cuestión de gustos. Aceptar esto, equivale a afirmar que cada ser humano, es una especie animal distinta. Cada persona sería un caso distinto de los demás. El subjetivismo es aceptable, en los aspectos secundarios de la vida; vale para unas satisfacciones que dependen de los gustos, vgr: el deporte, la comida, etc., pero no para las raíces de la felicidad. El ser humano será verdaderamente feliz cuando posea a lo que esta orientado: Dios. El hombre para ser feliz, debe saciar su sed: afectiva, de sentido, de trascendencia. Es decir: amar y ser amado; sentirse útil, valorado; y satisfacer su anhelo espiritual. Cuando se vive sin horizonte, la vida no tiene felicidad, no tiene trascendencia; el hombre se pierde en la mitad de la niebla y muere vacío de esperanza. La vida centrada en Dios tiene sentido y destierra el pesimismo agónico.
 
​ALGUNOS CONSEJOS QUE LE PUEDEN AYUDAR A SER VERDADERAMENTE FELIZ. No se enferme de amargura, ésta es una enfermedad difícil de curar y muy contagiosa cuando no hay madurez de criterio. El amargado escupe como el pulpo sus decepciones y mancha todo lo que toca. El amargado nunca ve nada positivo ni en las personas, ni en la vida. Nunca construye, es derrotista. Los que miran superficialmente a la vida y a los demás, siempre encontrarán razones para su amargura. Porque en la vida humana, como en el mar, siempre flota lo más inmundo. Pero bajo la superficie viscosa del océano, están las perlas y los corales. Es en la profundidad de la mina en donde se encuentran las piedras y metales preciosos. A los hombres se les admira por sus virtudes, pero se les ama por sus limitaciones. Jesús vino a buscar lo que estaba perdido, vino por los pecadores, no por los justos. Por eso Jesús no fue un amargado, a pesar de todo lo que vivió. ¿QUIERE SER VERDADERAMENTE FELIZ? Sea siempre alegre y optimista. Camine seguro y confiado, practicando el bien y ayudando dentro de sus posibilidades a los demás. Tenga siempre una sonrisa bondadosa y acogedora y la felicidad pasará a ser el clima permanente de la vida. Procure vivir contento con lo que tenga, sin envidiar a nadie. Tenga equilibrio, en medio de la agitación de la vida. Conserve la calma y la serenidad en cualquier circunstancia. Que no le impresione la opinión ajena. Es imposible vivir entre los humanos sin provocar la desaprobación. Al árbol estéril, nadie le da importancia, en cambio al que tiene frutos es apedreado. Pero no por eso debemos detenernos, en el camino del deber. No deje de hacer lo positivo que estaba haciendo, porque le da la razón a los criticones. Hay que seguir adelante con entusiasmo y amor siempre renovados, sin preguntarnos si lo agradecerán o no. Es preferible equivocarnos porque actuamos, y no, ser perfectos porque no hacemos nada. Recuerde que ningún ser humano es perfecto. En todos hay mezcla de luz y sombras. Acéptese como es. No hay desgracia más grande que el sentir vergüenza de sí mismo. Porque la felicidad no está afuera, sino dentro de nosotros. El manantial donde nacen las frustraciones o las alegrías más profundas está en nuestro propio “yo”. No recuerde jamás hechos pasados, sobre todo tristes, no reavive viejas cicatrices; lo hecho, hecho está; y nuestros rencores o lágrimas jamás lo alterarán. Lo que debe hacer es aceptar en la fe las historias dolorosas que Dios ha permitido que las vivamos. Hay que cargar la cruz y nunca se llega al final con el alma intacta. Pero la vida se nos ha dado para ser felices y hacer felices. Trate de vivirla con: fe, amor y sabiduría. Quiero terminar estos pocos consejos para que usted sea feliz, con uno de los pasajes más hermosos del “Pentateuco” que es la fórmula de la bendición sacerdotal, en la cual no se piden bienes materiales, sino la gracia de Dios, su benevolencia y su paz. En estos bienes están comprendidos todos los demás. Por eso: “”QUE EL SEÑOR LO BENDIGA Y PROTEJA, HAGA RESPLANDECER SU ROSTRO SOBRE USTED, Y LE CONCEDA SU FAVOR. QUE EL SEÑOR LE MIRE CON BENEVOLENCIA Y LE CONCEDA SU PAZ” ¡Feliz año! Y será si sabemos y tratamos de ser -Ricos- a los ojos del Divino Juez. Sembrando durante este nuevo año de vida que Dios nos presta, de obras buenas, en todos los ambientes sociales: familiar, eclesial, civil. Recordemos una de las hermosas parábolas del evangelio, donde el -Divino Maestro- nos inculca la responsabilidad de saber vivir en el tiempo. Dios no creo seres inútiles, sino que todos tenemos un fin que cumplir. Y la vida humana tiene su propio fin. Y le dio cualidades que debemos desarrollar y ponerlas a trabajar, para recibir la recompensa prometida sin salimos aprobados y no reprobados, a los ojos del -Divino Juez y Maestro-. Procuremos darle a la vida temporal su recta orientación que es llegar a la vida eterna. No olvide que la vida temporal es un pedestal, que nos ayuda a llegar al fin eterno, si la sabemos vivir, como nos enseña el Divino Maestro. Así pues no pasemos el tiempo sin sembrar la vida de obras buenas. No juguemos con ella, ni la enterremos, sino ponerla a trabajar. El tiempo es oro y hay que saberlo aprovechar, hasta el máximo. Si se pierde, no se le olvide que no es recuperable, ni un segundo, por eso hay que aprovecharlo hasta el máximo. Sea disciplinado y justo y de: ¡”A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”! Si hacemos esto viviremos un feliz año nuevo, rico en obras buenas. No se le olvide que somos el: Nuevo Pueblo de Israel que caminamos por el desierto temporal, hacia la tierra prometida: El Cielo. Así pues: ¡Arriba y adelante! ¡Feliz Año!