XXX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

CATEQUESIS DE JESUCRISTO SOBRE EL PROCESO DE LA FE EN UN ENFERMO (Mc. 10, 46-52)

Escrito por: S.I. Don Felipe Padilla Cardona

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí.».

Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más: «Hijo de David, ten compasión de mí.»

Jesús se detuvo y dijo: «Llamadlo.» Llamaron al ciego, diciéndole: «Ánimo, levántate, que te llama.» Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.

Jesús le dijo: « ¿Qué quieres que haga por ti?» El ciego le contestó: «Maestro, que pueda ver.»

Jesús le dijo: «Anda, tu fe te ha curado.» Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

San Marcos al nombrar expresamente al ciego Bartimeo, entre los muchos milagros realizados por Jesús, manifiesta que era un personaje importante caído en desgracia, de una riqueza muy grande a una condición de miseria, de desprecio de la comunidad y de su familia (San Agustín, El consenso de los Evangelistas 2, 65, 125). Pues a los caídos en tal situación, únicamente se les permitía pedir limosna fuera de la ciudad. Caída semejante a la que narra el profeta Jeremías (Cfr. Jer., 31, 7-9) donde nos habla de la destrucción y deportación de Jerusalén por los ejércitos babilonios. Sin embargo este ciego de Jericó encuentra un sostén, una grande esperanza que lo hará salir de su deplorable situación en Jesús, así como el pueblo de Israel en Yaveh; por eso con mucha esperanza e ilusión grita “Hijo de David ten compasión de mí”.

A pesar de que la misma multitud le mandaba callar, el gritaba más fuerte “ten compasión de mí”; ante semejante perseverancia del ciego, que vence todo obstáculo, Jesús se detiene y lo manda llamar (San Agustín, Discursos 88,17, 18). El al sentirse escuchado, con sin igual generosidad arroja su manto; de un salto se pone en pie y se acerca a Jesús; pues en esta llamada siente que Jesús le va a conceder lo que busca (San Beda el Venerable, el Evangelio de Marcos 3, 10, 49). En su encuentro de fe con Jesús le pide lo mejor para él, la vista; y como Jesús aquí y en todos los encuentros con los humanos siempre da lo mejor, al instante constata la fe del ciego y le concede la vista (San Juan Crisóstomo, Homilías sobre la segunda carta a los Tesalonicenses 5,1). El ciego con grande fe no sólo acoge la luz, sino se compromete a vivirla siguiendo a Jesucristo por el camino; se convierte en su discípulo (San Clemente de Alejandría, el Protréptico 113, 2-114-1).

Hermanos en cualquier situación, por complicada que sea, siempre Jesús, Dios, estará dispuesto a levantarnos, a escucharnos al encontrarnos con él y a darnos una respuesta que eleve notoriamente nuestra calidad de vida; esperándonos con mucha paciencia a que nos movamos hacia él; él siempre nos espera. Y junto con él iniciaremos o reiniciaremos una vida de mejor calidad en el presente y en el futuro.

† Felipe Padilla Cardona.