El amor a Dios y al prójimo es la plenitud de la ley y la escencia de nuestra religión cristiana

Escrito por Mons. Fernando Mario Chávez Ruvalcaba

Homilía XXXI Domingo Tiempo Ordinario Ciclo B

1.- INTRODUCCIÓN.

Hoy hemos escuchado en la lectura del evangelio, según San Juan, cómo un escriba o perito de la Ley Mosaica, le hizo una pregunta fundamental a Jesús: “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?”. Y Jesús, revelación divina del Padre y lleno del Espíritu Santo, le respondió:”El primero es: Escucha Israel: El Señor es nuestro Dios, es el único Señor; amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento mayor que éstos”.

He aquí en síntesis lo que significa la plenitud de la ley revelada por Cristo y la esencia de la religión que él ha fundado, para dar gloria plena a Dios, uno y trino, y conseguir así la salvación temporal y eterna de todo aquel que acepte esta ley del amor.

Aquí completo esta revelación acerca de la ley en su plenitud y como norma de vida y conducta para todo aquel que se declare discípulo y seguidor de Cristo, citando otro texto de la Sagrada Escritura según San Juan en su primera carta: “Queridos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor” (1ª. Jn 4, 7-8).

2.- ¿CÓMO LOS CRISTIANOS HEMOS VIVIDO ESTA LEY DEL AMOR EN SU DOBLE VERTIENTE DE AMOR A DIOS Y AL PRÓJIMO?.

La historia, maestra de la vida, nos recuerda y enseña, que la humanidad, desde el primer homicidio de Caín contra su hermano inocente Abel, no ha guardado esta sagrada plenitud de la ley. Ya en la Torah como ley del Antiguo Testamento, se enseñaba este amor a Dios y al prójimo y Jesucristo en la plenitud de los tiempos nos revela y enseña que sin este amor a Dios y a los hermanos, no puede existir una verdadera religión, como síntesis de todos los preceptos y relaciones que definen la identidad de los creyentes cristianos, con la vocación, como don de gracia divina, para ser perfectos y luchar correctamente hasta conseguir en esta vida y después de ella, el beneplácito divino con el premio de la gloria eterna, en la cual el amor a Dios y a los hermanos, será la felicidad que no muere; será el sol que brillará ardiente e inapagable en la comunión de los santos.

3.- SITUACIÓN DE NUESTRO MUNDO ACTUAL QUE SE DEBATE ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE.

En la larga historia de la humanidad, registramos guerras, terrorismo, esclavitudes, ambiciones de poder en todas sus formas, corrupciones y desviaciones en contra de la vida. En nuestra patria, hoy, en estos días, sufrimos luchas fratricidas, debido a las ambiciones de poder, dinero, placeres desordenados y desviados que conducen a muchos hombres y mujeres a cometer homicidios de todo tipo y como realización de corrupción y muerte que continuamente nos llena de inseguridad, desamor y tragedias sin cuento.

Necesitamos siempre, apoyados en la gracia de Dios, cumplir con el doble precepto del amor a Dios y a nuestros hermanos y de cualquier raza, lengua, pueblo, cultura y nación.

Cumplir con la plenitud de la Ley del Amor en Cristo y con los hermanos, es realizar la verdadera libertad normada por la verdad y el bien, sin fronteras y sin cálculos egoístas. La tierra es el escenario donde Dios nos ha colocado, para que todos amándonos, comprendiéndonos, respetando la vida y compartiendo los bienes materiales, espirituales y morales, nos reconozcamos hermanos más allá de las exigencias de la carne y de la sangre, con la vocación de gracia que Dios nos da para capacitarnos en el ejercicio de la misericordia, el perdón; el respeto a la dignidad y el derecho de vivir todos y cada uno disfrutando de los bienes que el Creador y Padre de todos por Cristo y su Espíritu, nos da en abundancia en este planeta que es la casa de todos y donde estamos llamados a realizar nuestra existencia, personal y comunitaria, en paz fraterna, incluso perdonando a nuestros enemigos, cosa imposible sin la ayuda y el apoyo de Dios.

4.- CONCLUSIÓN EXHORTATIVA.

Esta revelación y enseñanza divinas que acabamos de reflexionar con el propósito de hacerlas vida en todos los ámbitos de nuestras vidas personales y comunitarias, es la base para nuestra liberación del pecado y de la muerte en este tiempo y espacio y de cara a la eternidad que nos aguarda y que queremos, por voluntad de Dios, conquistar para siempre, haciendo ya desde ahora nuestro “cielo y tierra nuevos” donde more la justicia, la concordia, la fraternidad tan anhelada, y dando testimonio ante el mundo tan complejo de hoy, que el amor a Dios y a los hermanos, es la prenda y las arras que nos animan más allá de nuestras pobres fuerzas y acosados por la acción diabólica, luchando día con día, para que Dios sea en todos y cada uno y alentados con los ejemplos y la mediación de Cristo, nuestro Salvador y la de María y todos los Santos. ¡Que así Dios y en comunión fraterna, nos lo conceda!...

Ciudad de Nuestra Señora de los Zacatecas, a 4 de noviembre de 2012.

+ Fernando Mario Chávez Ruvalcaba
Obispo Emérito de Zacatecas
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Nacional