XXXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Autor: 
Fray Miguel de Burgos Nuñez

Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos.

El culto verdadero es entregar la vida

Iª Lectura: 1Reyes (17,10-16): Dios está con los que le necesitan

I.1. Esta lectura es del ciclo del profeta Elías, el profeta más venerado de la tradición de Israel, aquél que se esperaba para anunciar le llegada del Mesías y abrirle camino. El profeta Elías lucha contra los falsos dioses y los cultos cananeos que se prodigaban en territorio de Israel. El marco en que aparece este relato es una sequía que estaba a punto de matar de hambre a los habitantes del pueblo. Lo curioso de todo ello es que aquí, el profeta, anuncia el fin de esa sequía, pero no precisamente en territorio del pueblo elegido, sino en Fenicia, en Sidón, en una aldea llamada Sarepta, donde una viuda a penas puede atender a la petición del profeta, que se vale de este signo para anunciar que Dios hará que no falte el pan y el aceite (porque vendrá la lluvia y habrá trigo y el olivo dará su fruto).

I.2. Esta escena, podemos recordarlo, es la que Lc 4,14-30 ha elegido como paradigma para defender la libertad de la gracia de Dios que llega a todos los hombre y a todos los pueblos, en la famosa escena de Nazaret. Elías, pues, en vez de hacer este signo en territorio del pueblo de la Alianza, es a una viuda (en el AT las viudas representas a los pobres y necesitados) a la que le llega esta gracia. El profeta le pide pan que la mujer está a punto de hacer para ella y su hijo, aunque cree que no sobrevivirán. ¿Le pide el profeta un imposible? Todo es un simbolismo del relato, para poner de manifiesto que Dios no abandonará a sus hijos. Con ello, el relato de hoy quiere poner de manifiesto que los pobres siempre son más generosos para compartir que los que gozan de todo.

IIª Lectura: Hebreos (9,24-28): El sacrificio de nuestra misma vida

II.1. La segunda lectura del día prosigue con la teología del sacerdocio de Cristo, que es primordial en esta carta. En esta lectura se subraya, más que en ningún otro momento, la diferencia entre lo que hace Cristo como sacerdote y el papel del sacerdocio de la antigua Alianza. El texto está construido con una serie de elementos de contraste entre lo antiguo y lo nuevo, el tipo y el anti-tipo, para resaltar la originalidad de la acción de Cristo en su misión sacerdotal de borrar el pecado del mundo. El que Cristo pudiera entrar en la intimidad de Dios, el santuario celeste, con su propia vida, y no con sangre ajena de los sacrificios de animales, es de un valor imperecedero. Ello pone de manifiesto que lo que Dios quiere es el corazón del hombre, ya que Cristo le ha ofrecido su vida a Dios de una vez para siempre..

I.2. Ya, pues, no son necesarios los sacrificios de animales, porque no valen para nada. Si tiene valor el concepto sacrificio y todo lo que ello significa es porque se apunta a una entrega de la vida y de la existencia a Dios y a los hermanos. Esta forma de hablar, que en cierta manera no se desprende de un lenguaje ritual, demanda la abolición del pecado. Eso no quiere decir que el “pecado” no siga existiendo y apoderándose del corazón humano, pero el pecado no ha de triunfar sobre este mundo, ni sobre el corazón del hombre. El mal está vencido en ese acto de amor de Cristo. Este mundo, pues, se consumará un día y entonces el pecado habrá desaparecido. Pero mientras vivimos y este mundo sea mundo, tenemos la fuerza de Cristo para vencer el pecado. Esta es, pues, una exhortación para vivir el misterio de la gracia que Cristo nos ha ganado.

Evangelio: Marcos (12,36-44): La religión sin fe, no es verdadera

III.1. Marcos, antes del discurso escatológico y de la pasión, nos ofrece una escena que está cargada de simbolismo. Se retoma, en cierta forma, el papel de la viuda y el profeta Elías, como en el texto de 1Re 17,10. Las palabras contra los escribas que buscan los primeros puestos… y más cosas, es probablemente una advertencia independiente, pero que se entiende en nuestro texto con la narración que describe la acción de la viuda. Jesús, en el Templo, está mirando a las personas que llegan para dar culto a Dios. A Jerusalén llegaban peregrinos de todo el mundo; judíos piadosos, pudientes, de la cuenca del Mediterráneo, que contribuían a la grandeza de Jerusalén, de su templo y del culto majestuoso que allí se ofrecía. Siempre se ha pensado que el culto debe ser impresionante e imperecedero.

III.2. ¿Está Jesús a favor o en contra del culto? Esta pregunta puede parecer hoy capciosa, pero la verdad es que debemos responder con inteligencia y sabiduría. ¡No! ¡No está Jesús contra el culto como expresión o manifestación de la religión! Pero también es verdad que no hace del culto en el templo un paradigma irrenunciable. Jesús respeta y analiza… y saca las consecuencias de todo ello. No dice a la mujer que se vaya a su casa… porque todo aquello es mentira. No era mentira lo que ella vivía, sino lo que vivían los “prestigiosos” de la religión que no eran capaces de ver y observar lo que él hizo aquella mañana y enseñó a los suyos con una lección de verdadera religión y culto.

III.3. Si nos fijamos, Jesús está proponiendo el culto de la vida, del corazón, ya que aquella viuda pobre ha echado en el arca del tesoro lo que necesitaba para vivir. Ella estaba convencida, porque así se lo habían enseñado, que aquello era para dar culto a Dios y entrega todo lo que tiene. Es, si queremos, un caso límite, con todo el simbolismo y la realidad de lo que ciertas personas hacen y sienten de verdad. Lo interesante es la “mirada” de Jesús para distraer la atención de todo el atosigamiento del templo, del culto, de los vendedores, de lo arrogantes escribas que buscan allí su papel. Esa mirada de Jesús va más allá de una religión vacía y sin sentido; va más allá de un culto sin corazón, o de una religión sin fe, que es tan frecuente.

III.4. Esa es, pues, la interpretación que Jesús le hace a sus discípulos. Los demás echan de lo que les sobra, pero la vida se la reservan para ellos; la viuda pobre entrega en aquellas monedas su vida misma. Ese es el verdadero culto a Dios en el templo de la vida, en el servicio a los demás. Sucede, pues, que la viuda (con todo lo que esto significa en la Biblia) ofrece una religión con fe, con confianza en Dios. Y solo Jesús, en aquella barahúnda, es capaz de sentir como ella y de tener su mirada en penetrante vigilancia de lo que Dios desea y quiere. Una religión, sin fe, es un peligro que siempre nos acecha… que tiene muchos adeptos, a semejanza de los escribas que buscan y explotan a los débiles, precisamente por una religión mal vivida e interpretada. Jesús ha leído la vida de aquella pobre mujer, y desde esa vida en unas pocas monedas, ha dejado que lleve adelante su religión, porque estaba impregnada de fe en Dios.

Fray Miguel de Burgos Núñez
Lector y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura