Lecturas del Martes, trigésima primera semana del tiempo ordinario, ciclo B

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Mar, 2012-11-06

I. Contemplamos la Palabra

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2,5-11:

Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús. Él, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre sobre todo nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Sal 21,26b-27.28-30a.31-32 R/. El Señor es mi alabanza en la gran asamblea

Cumpliré mis votos delante de sus fieles.
Los desvalidos comerán hasta saciarse,
alabarán al Señor los que lo buscan:
viva su corazón por siempre. R/.

Lo recordarán y volverán al Señor
hasta de los confines del orbe;
en su presencia se postrarán
las familias de los pueblos. R/.

Porque del Señor es el reino,
el gobierna a los pueblos.
Ante él se postrarán las cenizas de la tumba. R/.

Mi descendencia le servirá,
hablarán del Señor a la generación futura,
contarán su justicia al pueblo que ha de nacer:
todo lo que hizo el Señor. R/.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (14,15-24):

En aquel tiempo, uno de los comensales dijo a Jesús: «¡Dichoso el que coma en el banquete del reino de Dios!»
Jesús le contestó: «Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente; a la hora del banquete mandó un criado a avisar a los convidados: "Venid, que ya está preparado." Pero ellos se excusaron uno tras otro. El primero le dijo: "He comprado un campo y tengo que ir a verlo. Dispénsame, por favor." Otro dijo: "He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas. Dispénsame, por favor." Otro dijo: "Me acabo de casar y, naturalmente, no puedo ir." El criado volvió a contárselo al amo. Entonces el dueño de casa, indignado, le dijo al criado: "Sal corriendo a las plazas y calles de la ciudad y tráete a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos." El criado dijo: "Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía queda sitio." Entonces el amo le dijo: "Sal por los caminos y senderos e insísteles hasta que entren y se me llene la casa." Y os digo que ninguno de aquellos convidados probará mi banquete.»

II. Compartimos la Palabra

“Tened entre vosotros los mismos sentimientos de Cristo”

Este precioso Himno que canta la gloria de Cristo, resalta en sus diversas estrofas, tanto la existencia divina de Jesús como su humillación en la encarnación y muerte. Siendo Dios asumió la función de esclavo; por esta Kénosis, Dios Padre lo exaltó, dándole un nombre sobre todo nombre, de modo que al nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra.

Por el contenido de esta carta podemos deducir que los filipenses estaban divididos, incluso algunos iban contra Pablo. Éste les pone como ejemplo de vida al mismo Cristo, que se anonadó, se hizo siervo, kénosis profunda, tomó la forma de esclavo, de servidor, no defendió su dignidad de Dios, al contrario, se rebajó hasta someterse al dominio de la muerte. Invitando a los de Filipo y también a nosotros a que tengamos los mismos sentimientos de Cristo.

Sólo si aceptamos la dignidad de los otros, aceptaremos ser sus servidores. Si nos consideramos superiores no vivimos el Espíritu de Cristo, no compartimos sus sentimientos: El vino no a ser servido, sino a servir.

“Dichoso el que coma en el reino de Dios”

Una vez más encontramos a Jesús asistiendo a un banquete, en esta ocasión aprovecha para hablar del banquete que Dios tiene preparado en su reino.

Como casi siempre que habla del reino, lo hace por medio de parábolas. En la lectura de hoy, sí buscamos la alegoría de la misma, nos encontramos todos como invitados por Dios a un gran banquete.

Los primeros invitados fueron los judíos piadosos, los que se creían únicos herederos del reino pero, a la hora de la realidad, rechazaron la invitación. A continuación invita los que aquellos sitúan fuera de los elegidos: cojos, enfermos, lisiados, pobres, los cuales, con gozo y sencillez de corazón, aceptan la invitación. Finalmente son los alejados, los que no pertenecen al pueblo de Israel, la humanidad entera. Cristo nos invita a todos, para eso ha venido, para reunir a la humanidad. Sólo nos pone una condición: que entremos al banquete con el vestido de bodas, revestidos de la caridad, sólo con la túnica del amor a Dios y a los hermanos. Podremos gozar del banquete del reino, del cual compartimos ya en el Banquete Eucarístico.

Demos gracias por la invitación y dejémonos revestir de su amor.

Hna. María Pilar Garrúes El Cid
Misionera Dominica del Rosario