2012-11-07 L’Osservatore Romano
Junto al sucesor de Pedro para sostener sus brazos alzados en la Iglesia y el mundo. Sor María Begoña Sancho Herreros -superiora de las visitandinas del monasterio Mater Ecclesiae en el Vaticano- parte de la imagen bíblica de Moisés para relatar los tres años de permanencia de la pequeña comunidad religiosa dentro de la muralla leonina. Una presencia en la estela de la tradición que inició Juan Pablo II encomendando a comunidades claustrales la tarea de sostener con la oración al Pontífice y las necesidades de la Iglesia. Llegado el momento de despedirse, la religiosa hace balance de esta singular vivencia en el corazón de la Iglesia universal.
¿Cómo han vivido esta particularísima experiencia de oración?
Ciertamente ha sido una experiencia muy fuerte de Iglesia, de cercanía al Papa y al mismo tiempo de una forma comunitaria de compartir. Hemos vivido la alegría de sentirnos llamadas a orar especialmente por el sucesor de Pedro. Desde que nos levantamos en el corazón de la noche.
¿Qué recuerdos se lleva?
El más significativo será el del encuentro con el Papa. Verle de cerca, poderle hablar fue una experiencia cargada de emociones. Tuvimos la clara sensación de que él se preocupaba y se interesaba por nosotras, a pesar de la cantidad de compromisos que tiene.
¿Cómo han vivido la relación con el resto de la comunidad de la Ciudad del Vaticano?
Esto también nos ha dado una gran alegría. Diariamente muchos -cardenales, obispos, religiosos e igualmente numerosos laicos- se dirigían a nosotros para confiarnos sus penas y sus gozos, y se encomendaban con confianza a la intercesión de nuestra oración.