“Sé en quien he puesto mi fe” (2 Tim 1,12)

Fecha: 
Mar, 13-Nov-2012

Escrito por Card. Norberto Rivera Carrera

Homilía pronunciada por el Cardenal Norberto Rivera Carrera, con motivo del Año de la Fe y del 150° Aniversario de la Canonización de San Felipe de Jesús Basílica de Guadalupe.

Al inicio de los trabajos de esta semana de la Conferencia Episcopal, los obispos de México hemos venido a poner en manos de nuestra Celestial Patrona, Santa María de Guadalupe, todas las necesidades, preocupaciones, aspiraciones y anhelos de nuestra Nación Mexicana.

El contexto que vivimos en la Iglesia viene marcado por el Año de la Fe, que ha sido convocado e inaugurado por el Santo Padre Benedicto XVI, hace un mes, con motivo del cincuenta aniversario de la inauguración del Concilio Ecuménico Vaticano II, evento que marcó la vida de la Iglesia en el siglo XX y que quiso ser un momento privilegiado de la nueva evangelización; además del veinte aniversario de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica. Este aniversario del Concilio quiere ser una ocasión propicia para reavivar la fe de los creyentes y animarlos con un renovado espíritu de evangelización. Por lo cual, el Año de la Fe está dedicado al estudio y profundización de las enseñanzas conciliares, a la vivencia de los sacramentos, de manera que se fortalezca la fe de los creyentes y se conviertan en testigos de Jesucristo, vencedor de la muerte por su gloriosa resurrección. Fortalecer la fe es la clave para promover la Nueva Evangelización que reclama nuestra sociedad.

En nuestra Patria también vivimos un tiempo de gracia, el 150° Aniversario de la Canonización de San Felipe de Jesús (08.06.1862). Es el primer santo mexicano, cuya figura espiritual es un modelo de seguimiento de Cristo que permanece actual y debemos proponer con firmeza en los trabajos de la Nueva Evangelización.

Entre sus encomiendas espirituales recibidas oficialmente por parte de la Iglesia, es Patrono de la Ciudad de México y de su Arzobispado. Es invocado también como Patrono de la juventud mexicana. La Nación Mexicana declaró a San Felipe de Jesús su segundo Patrono, precedido, obviamente, por Santa María de Guadalupe, y decretó el 5 de febrero como Fiesta Nacional. Sólo que el Congreso Constituyente en 1917, en esa fecha y en Querétaro, suplantó la festividad con un sentido civil en homenaje a la Constitución.

En nuestro tiempo necesitamos redescubrir el camino de la fe que nos lleve al encuentro con Cristo, que nos llene de alegría y entusiasmo y nos haga testigos de Aquel que nos da la vida, y la vida en plenitud.

La debilidad de la fe en los creyentes es evidente cuando abandonan la Iglesia por no vivir conforme a su condición de hijos de Dios, o por desconocimiento. El ambiente relativista, la cultura cerrada a los valores trascendentes y la corrupción de la vida social agravan los males que todos padecemos.

Sin embargo, nadie puede saciar el hambre de infinito que hay en el corazón del hombre; la necesidad de los valores trascendentes como la Verdad, el Bien o la Belleza no pueden ser satisfechos sino con el encuentro personal con Jesucristo, que es el mismo ayer, hoy y siempre, y que viene a nuestro encuentro por su Palabra y por los Sacramentos.

Nos dice el Santo Padre en su Carta Apostólica Porta Fidei que la fe solo crece y se fortalece creyendo, y que nos lleva a experimentar el amor divino para el que hemos sido llamados desde el inicio de nuestra fe en el bautismo.

Las lecturas que hemos escuchado en la liturgia de la Palabra nos iluminan para valorar la figura de nuestro primer santo. El Libro de la Sabiduría nos recuerda que las almas de los justos están en las manos de Dios, y que el sufrimiento los probó como el oro en el crisol y los aceptó como holocausto agradable (Cfr. Sab 3,1-9). Así permitió el Señor que Felipe de las Casas viviera su martirio, desde el naufragio hasta su crucifixión. Sabía que llevaba ese tesoro de la fe en vasija de barro y suplicaba a Dios la fuerza para mantenerse firme al recibir en su cuerpo el dolor y la muerte como su Señor. Sabía que Áquel que resucitó a Jesús lo resucitaría a él y a sus compañeros mártires junto con Jesús (Cfr. 2 Cor 4, 7-15). Solo así se puede entender el testimonio de su martirio en el que con inmensa paz y gozo espiritual cantaban, oraban y hacían exhorto a los verdugos y a la gente que les miraba morir para que se convirtieran a la fe verdadera.

Como sabemos, nació San Felipe en la casa familiar (Calle de San Eligio, actual 20 de noviembre, esquina con la calle de Regina), recibió la fe de la Iglesia en la Catedral Metropolitana donde se conserva la pila bautismal; y como todo cristiano acudió a visitar el Tepeyac, a orar ante nuestra Señora de Guadalupe, a mostrar su amor filial a la Morenita. Podemos intuir que en tiempo en que vivió en las Filipinas y sobre todo en los últimos días en que recorría las tierras congeladas del imperio del Japón, amarrado con sus compañeros de martirio rumbo a su muerte, vendrían a su mente y a su corazón las celestiales palabras de la Virgen “No temas, no estoy yo aquí que soy tu madre”, recordaría sus visitas y recibiría el consuelo y fortaleza de esta Virgen Fiel, nuestra Celestial Patrona.

En los momentos de prueba, es cuando el Señor permite a sus discípulos que hagan vida sus palabras: “Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga… el que pierda la vida por mi causa, ése la encontrará” (Cfr. Lc 9, 23-26)

Animados por el ejemplo de San Felipe de Jesús que dio testimonio de su fe hasta el extremo, pongamos nuestros trabajos y proyectos bajo su patrocinio, de manera especial a nuestros jóvenes de nuestra Nación Mexicana para que descubran en él un modelo de conversión, un intercesor eficaz que les lleve al encuentro vivificante con el Señor.

Que Santa María de Guadalupe, Estrella de la Nueva Evangelización, modelo de Evangelización perfectamente inculturada, nos alcance un nuevo impulso evangelizador en nuestra iglesia en México y nos conceda un florecimiento de vocaciones misioneras, tanto de laicos como de consagrados.

+ Card. Norberto Rivera Carrera
Arzobispo Primado de México