“Te juro por el Señor tu Dios, que no me queda ni un pedazo de pan, tan solo me queda un puñado de harina en la tinaja y un poco de aceite en la vasija”

Homilía de Mons. Carlos Aguiar Retes, Domingo XXXII del Tiempo Ordinario

Eucaristía celebrada en la Parroquia de San Francisco de Asís en Atizapán de Zaragoza, para la toma de posesión de Monseñor José Manuel Balderas como Párroco de dicha comunidad comunidad.

“Te juro por el Señor tu Dios, que no me queda ni un pedazo de pan, tan solo me queda un puñado de harina en la tinaja y un poco de aceite en la vasija”.

Con estas palabras la viuda de Sarepta, le responde al profeta Elías, que no tiene para darle de comer. Pero ella, desde esa pobreza, desde lo poquito que le queda, en que pareciera indispensable para ella y su hijo, cuando el profeta le dice, dame también a mí primero y luego lo que sobre a ustedes, ella lo acepta, porque escucha la palabra del profeta, del que habla en nombre de Dios.

Después en el Evangelio de hoy, Jesús señala a otra viuda como modelo de generosidad, para enseñarles a sus discípulos, que esa viuda daba de lo que necesitaba para vivir, y no le interesó darlo.

La razón de estas dos viudas para responder con tanta generosidad, no es simplemente una actitud que espontáneamente les surge como compasión. A la primera, por el hambre del profeta; o de dar algo para el sostenimiento del templo, del culto, en el caso de la segunda viuda. Lo que está en el fondo de estas actitudes, de estas dos mujeres, es su conciencia, de que lo primero en la vida es Dios. Y que hay que responderle a este Dios, porque de Él viene la vida.

Ninguno de nosotros puso una solicitud ante cualquier instancia terrena, para recibir la vida, nadie la pidió, la vida nos llegó, es un regalo. Y, ¿de dónde viene este regalo?, de Dios.

Este Dios, que nos la ha regalado, no fue simplemente como crear al azar, para ver a quien le tocaba esta hermosa gracia de la vida. La vida está con un proyecto, es como cuando ponemos un ladrillo y sobre de éste, otro y otro, porque queremos construir una casa. Tenemos que tener idea del proyecto: cuantos cuartitos va a tener, donde va a quedar la cocina, como va a quedar el agua, donde vamos a poner la luz.

Dios no nos tiró al azar para ver que pasaba con nosotros, divirtiéndose con nuestras ignorancias, sobre que podríamos hacer con la vida. Dios tiene un proyecto para cada uno de nosotros. El arte de la vida, consiste en descubrir el proyecto de Dios para mí, qué quiere Dios de mí, para que vivo.

Cuando yo descubro ese proyecto y cuando yo lo pongo como una prioridad en todas mis actividades, en todo mi ser, en todo mi quehacer; entonces las cosas siempre marchan bien. Eso no quiere decir que no va haber problemas, ni situaciones difíciles. Pero siempre se superarán, ¿porqué?, porque es el proyecto de Dios, no es mío, solamente le estoy respondiendo a Dios. De ahí la importancia de descubrir esta vocación, este proyecto de Dios para mí.

Un buen pastor, en nombre de Dios, tiene que ayudar a una comunidad a descubrir sus proyectos personales, y luego, un segundo paso. Los proyectos personales, no son desintegrados los unos de los otros. No me dieron a mi un proyecto que vaya en contra del proyecto de mi mamá, del proyecto de mi hermano, del proyecto de mi vecino o del proyecto de las otras personas con las quien me toca relacionarme, pues lo armonizo.

Así como está creada la naturaleza y es armónica y metodológica y tiene sus cadenas para protegerse y mantenerse, así también son los proyectos de Dios en cada uno de nosotros. De ahí la importancia del compartir, de dar a conocer a los demás cual es el proyecto que Dios me tiene a mí, cuando lo he descubierto o de que los demás me ayuden a descubrirlo

Y esa es la labor tan importante en la vida de la Iglesia. La Iglesia es para eso, Cristo la fundó para esto, para que se articularan los proyectos de vida, de quienes somos los discípulos de Cristo. Y cuando se articulan estos proyectos las cosas marchan muy bien. Se camina en vida, en dignidad, en justicia, en respeto, en paz. De ahí la importancia de los planes en común. El proyecto personal tiene que entrar, que articularse con un proyecto en común. Eso es lo que estamos haciendo en nuestra Iglesia de Tlalnepantla, en nuestra Arquidiócesis; y, en esa encomienda me ayudan particularmente y de manera muy importante los sacerdotes que nombro Vicarios Episcopales. Como lo es en este caso, Monseñor José Manuel Balderas.

Viene aquí a esta parroquia no solamente para ayudarles a los feligreses de San Francisco a que se dé ese paso tan hermoso de conocer su propia vocación, sino también de armonizar esos proyectos para bien de la comunidad; de armonizar los de toda la Vicaría Episcopal, y armonizarlos en comunión con las otras vicarías para hacer el Plan Diocesano de Pastoral. Él viene con la gran decisión de servirles y de servir a la Iglesia Particular de Tlalnepantla. Que el Señor le bendiga, porque él también está dispuesto y así me lo ha dicho, en hacer siempre prioridad el proyecto de Dios para él.

A él lo llamó al sacerdocio y por eso tiene conciencia de que para eso dio su vida, para eso la consagró, para ser sacerdote del Señor.

Vamos a elevar nuestras oraciones, vamos a ser testigos de estos gestos simbólicos de la toma de posesión como Párroco, para que ustedes, en esta serie de elementos que tiene él a su mano para realizar su misión, le vayan también pidiendo a Dios, que sea en beneficio de esta comunidad parroquial, en beneficio de esta Vicaría de Atizapán; y, en beneficio de esta Iglesia Particular de Tlalnepantla.

Con esos sentimientos también los invito a darle gracias por estos años de servicio del padre Andrés, que con generosidad, con una buena disposición llegó a esta comunidad para servir y lo ha hecho muy bien, como lo seguirá haciendo en sus nuevos destinos, por que él ya es un hombre maduro que ha servido en diferentes ámbitos de la vida eclesial.

Vamos pues a proceder a estos ritos, a estos gestos simbólicos, de como se ejerce el ministerio de un párroco en la comunidad parroquial.

+ Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla
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