“No somos más que siervos, sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer”

Escrito por Mons. Carlos Aguiar Retes

Homilía en el segundo día de la XCIV Asamblea Plenaria de la CEM.

De esta manera define el evangelista Lucas al discípulo de Jesucristo. Expresa con ello, que el maestro es el guía y es quien define la acción de sus discípulos. Ahora bien, mientras Jesús estuvo físicamente en el mundo era clara la referencia a su persona y a sus enseñanzas. Sin embargo, una vez que Cristo murió y resucitó, dejo al Espíritu Santo la tarea de conducir a la comunidad de sus discípulos: la Iglesia. Por ello, Jesús resucitado a la derecha del Padre pidió el envío del Espíritu Santo, que fue concedido por el Padre en Pentecostés.

El texto del Evangelio deja una enseñanza más, cuando define que el siervo no hace más que lo que tiene que hacer. Cuando nosotros como bautizados, o con mayor razón, como Ministros Ordenados realizamos nuestra misión, somos sorprendidos por consecuencias o frutos de la acción pastoral, hecha en nombre de la Iglesia, que sobrepasan la intención y la respuesta de quienes servimos. Son los frutos de la acción del Espíritu, que al cumplir nuestra tarea, Él interviene y actúa en forma insospechada en el corazón de los fieles.

Así se confirma que el dinamismo del misterio de la Encarnación se prolonga en su Iglesia. Todavía más, darse cuenta de esta convergencia del Espíritu con mi acción, me permite ser testigo de la presencia de Jesucristo resucitado, que dirige la Historia. Es la mayor riqueza de actuar en nombre de Cristo, ser colaborador y testigo de la obra de Dios en quien lo acepta y recibe.

La presencia del Espíritu Santo en la Iglesia y en el Mundo es innegable. ¿Quién sino Él, es el que ha hecho posible la misión de la iglesia durante 21 siglos, habiendo sido los cristianos tan frágiles, débiles, limitados y pecadores, e incluso tantas veces tan infieles a la Tradición y Enseñanza del Maestro? ¿Quién sino Él, es el que ha transformado y conducido a tantos discípulos de Cristo a la Santidad? ¿Quién sino Él, es el que ha inspirado las reformas en la Iglesia y regalado los carísimas para llevarlas a cabo? ¿Quién sino Él, es el autor del Pentecostés acaecido en Aparecida? ¿Quién sino Él, es el que está suscitando la Nueva Evangelización para que apliquemos al Concilio Vaticano II en toda su integridad y profundidad, y responder así a las angustias y esperanzas del hombre de hoy?

En el reciente Sínodo en un primer momento resonó como lamentación las dificultades tan adversas que afronta la Iglesia en todas partes, pero fue calando la sabiduría del Espíritu para descubrir las situaciones socio culturales actuales, el cambio de época, como un desierto donde la Iglesia se purifica, vuelve a los esencial, escucha al Espíritu Santo y se genera el encuentro amoroso entre el Esposo y la esposa, entre el Señor y su criatura, entre Dios y su Pueblo; así surge la esperanza confiada de que el desierto actual florecerá y ofrecerá vida abundante para el rebaño del Señor.

En el sínodo fue frecuente escuchar a muchos padres sinodales sobre la importancia de mantener la conciencia de la Iglesia, en que nuestro actuar es eficaz y fructífero cuando obedecemos la Voz del Espíritu, cuando la discernimos y asumimos la Voluntad del Padre, como lo hizo Jesús de Nazaret. De esta manera nosotros, como Iglesia, prolongamos el dinamismo el misterio de la Encarnación y hacemos presente para los hombres de nuestro tiempo el amor misericordioso y redentor de Dios Padre.

El Sínodo insistió, con voces de todos los continentes, que la Iglesia particular es el principal sujeto de la Nueva Evangelización. De aquí deriva la vital importancia de una vida parroquial en comunión con las otras parroquias bajo la guía del plan diocesano de pastoral.

Si queremos Nueva Evangelización, necesitamos Clero, Vida Consagrada, y Laicos, vivir la eclesiología de la comunión y caminar en una pedagogía pastoral que promueva y facilite la vocación universal a la Santidad, para que la Iglesia sea reconocida y percibida en su ser: Sacramento Universal de la Salvación.

Es responsabilidad del Obispo que preside una Diócesis, Iglesia particular, congregar en torno suyo a la comunidad eclesial en la escucha de la Palabra, en la comunión fraterna y en la fracción del pan. En la realidad concreta de cada Iglesia es donde el misterio del único Pueblo de Dios asume un rostro adecuado a su propio contexto y cultura, pero cimentado en la roca sólida de Jesucristo, haciendo posible la auténtica popularidad en la unidad.

Aparecida, en estos poco más de 5 años, ha orientado con certidumbre el cambio de la Nueva Evangelización en América. Conciencia del Cambio de Época para detectar sus desafíos y oportunidades; Conversión Pastoral para enamorarse del Reino de Dios y comprometerse con su causa; Misión Continental para ir por los alejados y distantes, y transmitirles el gozo y la paz que regala el Espíritu Santo a los discípulos de Jesucristo, el señor de la Vida y de la Historia.

Los padres sinodales hemos regresado de Roma alegres y esperanzados, porque la gracia de Dios, como dice San Pablo en la primera lectura, se ha manifestado para salvar a todos los hombres y nos ha enseñado a renunciar a la vida sin religión y allá deseos mundanos, para que vivamos, ya desde ahora, de una manera sobria, justa, y fiel a Dios, en espera de la gloriosa venida del gran Dios y Salvador, Cristo Jesús, nuestra esperanza.

Queridos hermanos Obispos, en comunión con la fe de la Iglesia, invoquemos a Dios Padre, especialmente a Dios Padre, especialmente en esta Eucaristía y en estos días, para que conceda a esta Asamblea Plenaria de la CEM la gracia del Espíritu Santo. Que Él nos asista en los trabajos de evaluación y en particular en la delicada e importante responsabilidad de elegir las personas adecuadas para dirigir nuestra Conferencia Episcopal en el Trienio 2012 - 2015.

Renovemos y fortalezcamos nuestra fe en la Santísima Trinidad y pidámosle que seamos fieles a su palabra, y a la interpretación de los Signos de los Tiempos para conducir nuestras Iglesias Particulares por los caminos de Aparecida hacia la anhelada Nueva Evangelización. Amén.

+ Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla
Presidente de la CEM
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