2012-11-20 L’Osservatore Romano
El siglo pasado, a inicios de los sesenta, en algunos ambientes exegéticos, también católicos, empezó a reforzarse una oleada de escepticismo, si no hasta de suficiencia, respecto a los relatos evangélicos canónicos de la infancia (los primeros dos capítulos de Mateo y Lucas). Sufría las consecuencias en particular el episodio de los magos, de quienes se llegaba a proclamar sin vacilación que jamás habían existido. Por reacción se difundió un chiste, referido con argucia por Raymond E. Brown en su vastísimo estudio The Birth of the Messiah. En Estados Unidos uno de estos “denigradores de los magos” había recibido una tarjeta navideña pintada a mano que representaba, precisamente, a estos personajes evangélicos quienes, enfadadísimos, llamaban a la puerta del estudioso que les había liquidado sumariamente convocándole por su nombre y pidiéndole que les recibiera.
La anécdota es emblemática de la situación de los evangelios de la infancia. Textos fascinantes, conocidísimos en su conjunto, pero en realidad muy difíciles, constituyen un reto y un encanto para que los lee y los estudia. Así como encantador y retador es el libro —tercero y último de un tríptico único en la historia del papado— que Benedicto XVI ha dedicado expresamente a estas páginas evangélicas, tan parcas como densas de significado; cada una de ellas “narración en miniatura, pero sustancial, del Evangelio”, según la definición de Brown. Desde la premisa de la primera parte de la obra dedicada a Jesús de Nazaret y publicada en 2007, el Papa había anunciado la disertación sobre los relatos de la infancia, que entonces esperaba incluir en el segundo volumen y que en cambio, cuando éste salió en 2010, se pospuso para un “pequeño fascículo”.
De extensión menor, la tercera parte que ahora se entrega a los lectores es ciertamente más esencial, pero no menos laboriosa que las precedentes. La reflexión del autor, en algunos rasgos recién aludida, se hace incluso más radical y exigente. Y se ve claro el sentido de la doble firma (Joseph Ratzinger y Benedicto XVI): para subrayar que no se trata de un “acto magisterial”, sino de la “expresión de mi búsqueda personal”, como advertía el Pontífice en la premisa inicial. Una búsqueda, sin embargo, no limitada a la última década —el cardenal Ratzinger empezó a trabajar en la obra el verano de 2003—, sino fruto de toda una vida. Que el Papa tenazmente ha querido concluir, a pesar de la enorme carga que cada día debe llevar como sucesor del primero de los apóstoles.
Definida por el autor como una “antesala” de sus anteriores volúmenes, la tercera parte constituye en realidad su sello, en el esfuerzo de comprensión del texto. ¿Qué querían decir los autores? Y ¿es verdad su relato? ¿Me afecta? Ante escrituras que se consideran inspiradas por Dios —afirma con convicción Benedicto xvi—, “la cuestión sobre la relación del pasado con el presente forma parte indefectiblemente de la misma interpretación. Con ello la seriedad de la investigación histórica no disminuye, sino que aumenta”. Y la cuestión fundamental que abre la tercera parte es la que dirige Pilatos a Jesús (Juan 19, 9) y en torno a la cual gira toda la obra del Papa: “¿De dónde eres tú?”. Interrogante que impulsa el camino de los magos, en quienes el Pontífice ve “la espera interior del espíritu humano, el movimiento de las religiones y de la razón humana al encuentro de Cristo”. La escena de los magos que llaman a la puerta del exégeta incrédulo remite, entonces, a lo descrito en el Apocalipsis (3, 20) : “Mira que estoy de pié a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo”.
g.m.v.