Escrito por Mons. Rogelio Cabrera López

El 20 de noviembre celebramos un aniversario más de la Revolución Mexicana. Es un acontecimiento que nos remite constantemente a una reflexión sobre la disponibilidad a los cambios, a estar alerta a lo que se va presentando para afrontarlo como una oportunidad de desarrollo. Por otro lado, es un llamado que se hace para hacer cambios urgentes en nuestros diferentes ámbitos.

Considero que los tiempos actuales nos están reclamando revolucionar nuestro pensar y nuestro actuar. No podemos seguir indiferentes. Pero es un cambio que nace del convencimiento personal.

Los obispos de México en la carta pastoral del 2010, a los 100 años de la revolución, (Conmemorar nuestra historia desde la fe para comprometernos hoy con nuestra patria), anotamos que “Los ideales de libertad, justicia e igualdad, por los que lucharon nuestros compatriotas… nos siguen interpelando hoy con mayor fuerza, dado que las exigencias actuales son mucho más amplias y profundas. Somos una sociedad marcada por graves y escandalosas desigualdades sociales y por nuevos rostros de violencia criminal que impiden nuestra reconciliación. No basta un desarrollo unilateral que beneficia de manera inmediata sólo a unos pocos y pospone casi indefinidamente el progreso de las mayorías. Es necesario encontrar caminos de solidaridad que incluyan a todos los mexicanos” (114).

Es compromiso de todos lograr estos cambios de igualdad, sin embargo, recae de manera inmediata en nuestras autoridades, de quienes esperamos sus propuestas y compromisos en bien de la sociedad.