También en el paisaje de nuestra vida espiritual aparecen estos colores, que bien combinados, le dan un nuevo impulso y un sentido de renovación festiva a nuestra vida espiritual. Estos colores son: El blanco, el rojo, el verde, el azul, el violeta, el amarillo, el rosa.
a) El Blanco: simboliza la limpieza de manchas del pecado, por nuestro arrepentimiento y el perdón divino.
b) El Rojo: El amor cristiano, que es el fuego del alma para incendiarlo todo y llevar a cabo lo encomendado, en nuestra propia vocación a la que fuimos llamados.
c) El Verde: La Esperanza, que es una invitación a seguir: ¡arriba y adelante!, paso a paso, en lograr las metas y el ideal noble que sembrados de obras buenas, cosechemos la vida eterna.
d) El Azul: Quietud, paz interior que la virtud de la prudencia nos proporciona, para saber hablar cuando hay que hablar, o callar, cuando hay que callar.
e) El Violeta: Modestia, humildad, mortificación para no sobrevalorarnos al estilo farisaico.
f) El Amarillo: La Prevención, sin preocupación martirizante, sino avanzar con seguridad, porque Dios está con nosotros y aunque caminemos por caminos oscuros, no tener miedo, pero si ser previsores.
g) El Rosa: La Sencillez: hacernos como los niños, como nos pide el Señor Jesús, para poder entrar al Reino de los Cielos. No en edad, sino en modo de ser.
Procure que estos colores, no se decoloren para que pueda caminar por el paisaje de su vida, con tranquilidad y pueda hacer felices a los demás, empezando por los de la familia. Estos colores le ayudarán a quitar las piedras y las asperezas del camino, para poder dar amor y alegría a los que encontremos. Y tendrá felicidad. Porque los brillantes matices de estos colores, hacen de nuestra vida una renovación, que nos ayuda a superar los problemas que se acurrucan en nuestro diario vivir. Nos ayudan a enfrentarnos con alegría y valor, a la carga que llevamos. Y aunque el día de mañana tenga sus inquietudes y sus aventuras de toda clase, por el brillo de los colores, estará lleno de gracia; por eso no nos lamentemos porque las espinas son parte de las rosas que las coronan y perfuman. ¡Arriba y adelante!
Pbro. DOMINGO ARTEAGA