2012-12-08 L’Osservatore Romano
El olvido de Dios sumerge a las sociedades humanas en una forma de relativismo tal que genera inevitablemente violencia. Si en la historia ha habido o hay formas de violencia perpetrada en nombre de Dios se deben atribuir sólo a errores de los hombres. Benedicto XVI, hablando el 7 de diciembre a los participantes en la asamblea plenaria de la Comisión Teológica Internacional, aprovechó la ocasión para rechazar las acusaciones que a menudo se dirigen a las religiones monoteístas tachándolas de “intrínsecamente portadoras de violencia”.
La violencia, según explicitó el Papa, ser convierte en la regla de las relaciones humanas “cuando se niega para todos la posibilidad de referirse a una verdad objetiva”. Esa verdad que precisamente los teólogos están llamados a servir fielmente. Es la verdad de la fe. Benedicto XVI se refirió al mensaje que la propia Comisión teológica publicó al comienzo de este Año de la fe, titulado “La teología hoy. Perspectivas, principios y criterio”, en el que, en cierto sentido, se presenta “el código genético de la teología católica”. Un texto que aclara los criterios de una teología “auténticamente católica” -dijo el Papa-, por lo tanto capaz de contribuir a la misión de la Iglesia, al anuncio del Evangelio al hombre de hoy inmerso en un contexto cultural donde hay quien intenta “privar a la teología de un estatuto académico a causa de su vínculo intrínseco con la fe” o incluso “prescindir de la dimensión creyente y confesional de la teología” con el consiguiente riesgo de confundirla con las ciencias religiosas.
El Papa se detuvo además en la necesidad de que los teólogos presenten la máxima atención al auténtico sensus fidelium para que no se confunda con “sus falsificaciones”. Porque no se trata de una “especie de opinión pública eclesial” ni es concebible mencionarlo “para contestar las enseñanzas del magisterio”, cuyo papel “específico e insustituible” subrayó el Concilio Vaticano II.