ESA VOZ EN EL SILENCIO

2012-12-10 L’Osservatore Romano
El mundo de hoy necesita volver a saborear la atmósfera de aquel momento “decisivo para el destino de la humanidad” en el que “Dios se hizo hombre”. Un misterio “que sucede en el silencio”; que sólo en el silencio se puede revivir en toda su plenitud para percibir el significado más profundo de una gran expresión del amor de Dios.

Rodeado de los destellos de los escaparates y de la iluminación navideña que adorna las elegantes calles de la Roma del shopping, el Papa —arrodillado la tarde del 8 de diciembre ante la columna de la Inmaculada— invocó el silencio, ciertamente “más fecundo que la frenética agitación que caracteriza nuestras ciudades”, para que el hombre pueda oír la voz de Dios.

“Lo que es verdaderamente grande —dijo el Papa en el tradicional encuentro con los fieles romanos en la fiesta de la Inmaculada en la Plaza de España— pasa a menudo inadvertido”; y hoy tampoco ese encuentro entre “el mensajero divino y la Virgen Inmaculada”, del que se origina la historia de la salvación, dejaría “huella en los periódicos o en las revistas” precisamente porque ocurrió lejos del estruendo de nuestras ciudades. Que no se diferenciaba de la Jerusalén de entonces, cuando María acogió el anuncio del Ángel. Y lo recibió porque “estaba abierta a la escucha de Dios”. María —repitió el Pontífice— nos permite entender la necesidad de entrar “en un nivel más profundo, donde las fuerzas que actúan no son las económicas y políticas, sino las morales y espirituales”, para ponernos en sintonía “con la acción de Dios”.

Pocas horas antes, junto a los fieles en la Plaza de San Pedro para el rezo del Ángelus, Benedicto XVI partió de un escrito de Efrén el Sirio para comparar el cuerpo de María con una “tierra bendita desde el principio”. Y al saludar a los grupos presentes para la oración mariana, invitó a orar por las víctimas del huracán que ha sacudido Filipinas.