San Venancio Fortunato

Date: 
Lunes, Diciembre 14, 2020
Clase: 
Santo

VENANCIO Honorio Clemenciano Fortunato nació en Treviso hacia el año 535, se educó en Ravena, y es más conocido como poeta que como santo. Fue un hombre muy popular. El rey Sigeberto y su corte le admiraban tanto como Santa Radegundis y sus religiosas. Los escritos de Venancio Fortunato llegaron a ser tan famosos, que un panegirista italiano del siglo XVI dijo que las odas de Horacio eran pequeñas en comparación de los himnos pindáricos del santo. Sin embargo, no se puede negar que la popularidad de Venancio Fortunato se debió, en parte, a una debilidad humana muy explicable: su deseo de agradar y ser alabado. Cierto que Santa Radegundis, la abadesa Inés y el duque Lupo, merecían los encomios que les prodigó, pero oíros, como Chariberto y Fredegunda, no los merecieron ni en sus mejores momentos. Fortunato partió a Italia cuando contaba alrededor de treinta años para ir al santuario de San Martín de Tours a dar gracias por haberse repuesto de una enfermedad de los ojos. Durante el viaje, escribió poemas en honor de los obispos y otros distinguidos personajes que le hospedaron. Como llegó a Metz precisamente en los días en que iba a celebrarse el matrimonio del rey, compuso un epitalamio en honor de Sigeberto y Brunequilda. En París le llamó particularmente la atención la diligencia con que el clero cantaba el oficio divino.

De Tours pasó a Poitiers. Ahí se estableció y recibió la ordenación sacerdotal. De esa época, data la amistad que le unió toda la vida con Radegun- dis, la abadesa Inés y las religiosas de la Santa Cruz, de las que fue una especie de "factótum" y protector extraoficial. Venancio, Radegundis e Inés, sostuvieron una nutrida correspondencia, en la que se intercalaban poemas. Muchas de esas cartas se han perdido. La amistad que los unía era suficientemente íntima para ser alegre y suficientemente seria para ser fructuosa. En una cuaresma. Fortunato escribió a Radegundis una carta en verso, en la que le pedía que no se aislase demasiado durante ese tiempo de penitencia. "Aun cuando no hay nubes y el cielo está sereno, falta el sol cuando vos estáis ausente." En seguida, le aconsejaba que bebiese vino y comiese más para no perder la salud, y le daba las gracias por los frutos y platillos que le había enviado. "Me aconsejasteis que tomase dos huevos por la tarde. Para decir la verdad, tomé cuatro. Quisiera que mi alma fuese tan dócil a vuestros consejos como lo es mi estómago." Fortunato termina la carta prometiendo a Santa Radegundis que le enviará rosas, lirios y otras flores en cuanto las encuentre.

El año 569, el emperador Justiniano II envió una reliquia de la verdadera cruz al monasterio, lo que dio ocasión para ver a Fortunato bajo otra luz. El rey Sigeberto delegó en San Eufronio de Tours la misión de depositar so- lemnemente la reliquia, pues Meroveo de Poitiers, que no era amigo de Fortunato, se había rehusado. En esa oportunidad, Fortunato compuso el himno "Vexilla regis prodeunt", que se canta actualmente el Viernes Santo durante la procesión que se hace para transportar el Santísimo Sacramento desde el monumento, en las Vísperas del tiempo de Pasión y en las fiestas de la Cruz. Fortunato era sobre todo un poeta litúrgico. En la liturgia romana se conserva también otro himno suyo, el "Pange lingua". El "Salve festa dies", que se reza en Pascua, es también de Fortunato.

Santa Radegundis murió el año 587, e Inés falleció por la misma época. A partir de entonces, Fortunato participó más de lleno en los asuntos públicos y eclesiásticos, y era bien recibido en dondequiera que hacía falta un poeta para celebrar algún acontecimiento. Fue particularmente amigo de tres obispos santos, Félix de Nantes, Leoncio de Burdeos y Gregorio de Tours, el último de los cuales le aconsejó que coleccionase y publicase sus poemas. Fortunato publicó diez tomos durante su vida. Entre sus obras más serias se cuentan las biografías de San Martín, de Santa Radegundis y de otros santos más. Hacia el año 600, fue elegido obispo de Poitiers, pero su gobierno fue muy breve.

Venancio Fortunato era particularmente sensible —por no decir morbosamente sensible— a las penas y dificultades de las mujeres, como puede verse por las líneas que escribió a la abadesa Inés sobre la virginidad, así como por otros pasajes de sus obras. Pero esa misma sensibilidad le permitió apreciar como pocos el papel de la vida y el pensamiento cristianos en la Gulia merovingia, ya que muchas de las principales figuras de entonces eran mujeres. Generalmente, se considera a Venancio Fortunato como "personaje ilustre, buen poeta y gran obispo." Pero no todos los autores son tan benévolos, ya que no han faltado críticos adversos que le acusan de haber exagerado el tacto y la prudencia hasta convertirlos en pusilanimidad y dulzarronería y de haberse guiado por el principio de que había que gozar de la vida lo más posible. Hay que reconocer que con frecuencia se dejaba llevar del deseo de agradar; pero también hay que admitir que la idea de disfrutar lo más posible de esta vida y de la otra, si se entiende bien, no está reñida con el cristianismo. No hay ningún estado de vida en el que la santidad sea imposible. San Venancio Fortunato fue un caballero romano muy culto, de gustos refinados y de vida poco simpática. Su nombre no figura en el Martirologio Romano, pero su fiesta se celebra en varias diócesis de Francia e Italia.

Butler Alban - Vida de los Santos