La Virgen María en el Adviento

Escrito por Mons. Rodrigo Aguilar Martínez

Hemos celebrado dos fiestas litúrgicas de la Virgen María, ambas muy arraigadas en la comunidad de fieles: la Inmaculada Concepción y Nuestra Señora de Guadalupe. A dichas advocaciones se ha sumado en la región la de la Virgen de Juquila, como fiesta litúrgica también de la Inmaculada Concepción.

Estas celebraciones han sido dentro del Año de la Fe. Precisamente la participación en dichas fiestas no puede ser sino con fe, la cual nos lleva a invocar confiadamente a la Virgen María, con la certeza de ser escuchados y amados.

Dichas celebraciones nos hacen contemplar con regocijo cómo Dios dispuso y preparó que quien sería la madre de su Hijo fuera purísima, libre de toda mancha de pecado. Regalo al que la misma María correspondió con prontitud, con un “sí” consciente, libre y en total abandono al proyecto divino; respondió con fe, más allá de lo que la percepción de los sentidos o el ejercicio de la razón le pudieran sugerir, o sea en la certeza de que lo que Dios regala y pide es lo máximo y a ello hay que poner toda la persona “como esclava”, o sea en la total disponibilidad.

A la prontitud para obedecer María a Dios, se suma la prontitud para ver solidariamente por los hombres. Así se encamina ella presurosa a acompañar a su prima Isabel en la experiencia semejante del embarazo, aunque Isabel por proceso natural. Con semejante prontitud femenina y maternal advierte en Caná de Galilea que se acaba el vino y deja a su Hijo Jesús en el centro de la acción, que Él haga lo que piense que sea mejor, sólo indica a los empleados: “Hagan lo que él les diga”, sugerencia que sigue haciendo a lo largo de los siglos, que hagamos lo que Jesús nos diga.

Al Tepeyac desciende María trayendo consigo a su Hijo –pues se presenta a Juan Diego como “la siempre virgen María, madre del verdadero Dios por quien se vive” y, efectivamente, en la imagen de la tilma se nos manifiesta como una doncella embarazada- y comenta a Juan Diego el vivo deseo de que se le construya una casita para desde ella derramar todo su amor, compasión, auxilio y defensa a los pobladores de estas tierras y en ella crean.

Juan Diego es el primer beneficiado, junto con su tío Juan Bernardino: “es nada lo que te asusta y aflige. No se turbe tu corazón ni te inquiete cosa alguna. ¿No estoy yo aquí que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No estás, por ventura, en mi regazo?” son frases que María de Guadalupe sigue pronunciando en favor de los nuevos Juan Diegos a lo largo de los siglos, con tal que nos acerquemos a ella con la humildad y la fe del primero.

Estas fiestas litúrgicas de María entran plenamente en el espíritu del Adviento, o sea en el camino de esperanza que nos acerca a la Navidad. Efectivamente, María es la mamá que más espera el nacimiento de su Hijo Jesús.

La virgen María es peregrina de la fe. Avanza en su fe, primero educando a su Hijo, luego dejándose educar por Él. Ella vive su fe entregada totalmente a Dios y a los demás.

Con la virgen María y como ella hemos de vivir con fe, en la relación con Dios y con las personas humanas que nos rodean.

Vivamos cada día en relación con Dios, atentos a su proyecto y la manera como nos involucra, porque nos quiere salvar pero con nuestra cooperación.

La prontitud para ser fieles a Dios, se refleje en la prontitud para ver por el bien de los demás, a ejemplo de María de Guadalupe. Nos decía el Papa Pablo VI: “El que tiene mucho que sea consciente de su obligación de servir y de contribuir con generosidad para el bien de todos. El que tiene poco o no tiene nada que, mediante la ayuda de una sociedad justa, se esfuerce en superarse y en elevarse a sí mismo y aun en cooperar al progreso de los que sufren su misma situación. Y todos, sentid el deber de uniros fraternalmente para ayudar a forjar ese mundo nuevo que anhela la humanidad.”

Yo relaciono esas palabras del Papa Pablo VI con algunas que pronunciara el Papa Juan Pablo II en Puebla en 1979, durante su primer viaje a México: “sobre toda propiedad privada grava una hipoteca social”. Palabras éstas que David Noel Ramírez comenta ampliamente en su reciente libro, “Hipoteca social”. Lo que poseemos no es con el criterio de dueños absolutos, sino de administradores. Mientras haya desempleados y pobres, no podemos quedar ajenos e insensibles a ellos, su situación nos afecta e involucra. Pero los desempleados y pobres no pueden cultivar la actitud de atenidos, sólo esperando que les den, como resulta en tantos programas asistencialistas. Todos somos responsables de todos. Esta es la solidaridad. La fe en la Virgen María de Guadalupe –que es la misma Señora de Juquila o Inmaculada Concepción, pues es la misma y única madre de Cristo- debe expresarse en esta solidaridad, de otra manera resulta una fe incompleta. La fe viva y madura se expresa en obras concretas. A Dios orando y con el mazo dando, o sea a Dios orando y también actuando.

+ Rodrigo Aguilar Martínez
Obispo de Tehuacán
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Nacional