Lecturas del Martes, tercera semana de adviento, ciclo C

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Mar, 2012-12-18

I. Contemplamos la Palabra

Lectura del libro de Jeremías 23,5-8:

«Mirad que llegan días –oráculo del Señor– en que suscitaré a David un vástago legítimo: reinará como rey prudente, hará justicia y derecho en la tierra. En sus días se salvará Judá, Israel habitará seguro. Y lo llamarán con este nombre: "El-Señor-nuestra-justicia". Por eso, mirad que llegan días –oráculo del Señor– en que no se dirá: "Vive el Señor, que sacó a los israelitas de Egipto", sino que se dirá: "Vive el Señor, que sacó a la raza de Israel del país del Norte y de los países adonde los expulsó, y los trajo para que habitaran en sus campos."»

Sal 71,1-2.12-13.18-19 R/. Que en sus días florezca la justicia, y la paz abunde eternamente

Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud. R/.

Él librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres. R/.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
el único que hace maravillas;
bendito por siempre su nombre glorioso;
que su gloria llene la tierra. ¡Amén, amén! R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 1,18-24:

El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Enmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".»
Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.

II. Compartimos la Palabra

En esta feria privilegiada, cuya misión es acercarnos con seguridad al misterio de Navidad, escuchamos al profeta Jeremías y, luego, un fragmento de uno de los evangelios de la infancia, en los que los evangelistas nos relatan hechos que no conocieron personalmente, pero que llegaron a ellos por los testigos oculares de aquellos hechos.

Jeremías insistirá en la inminencia del misterio: “Mirad que vienen días”, en que todo esto que veis será distinto, porque “suscitaré a David un Germen Justo, totalmente distinto de la decadencia a la que ha llegado la descendencia davídica. Y ya no habrá injusticias, ni idolatrías ni carencias y pecados personales. “Porque vienen días en que nacerá un verdadero rey” que nos liberará y salvará.

San Mateo, en el Evangelio, nos narra el “prólogo” a lo que va a suceder exactamente dentro de una semana, señalando cómo Jesús, al nacer como nació, cumplió todas las promesas sobre el Mesías, uniendo así ambos Testamentos.

El Espíritu y la acogida de María

“María, su madre, estando desposada con José, antes que hubiesen vivido juntos, se halló que había concebido en su seno por obra del Espíritu Santo”. Hasta Navidad, María va a estar en el centro de todas las celebraciones litúrgicas. Y no sólo María, sino el Padre, organizándolo todo; el Hijo, presente ya en su seno, y el Espíritu Santo interviniendo de forma misteriosa, pero real, en la pareja. Se trata de una redacción teológica para indicar el papel divino en la vida y misión de María.

Es Dios quien prepara a María para que ésta le “prepare” a él. Adviento es el mejor momento para hacer hincapié en esta actitud de María, toda disponibilidad y acogida. Sin ella, no hubiera sido posible que “que el Señor hubiera mirado la humillación de su esclava, para auxiliar a Israel y al mundo entero”. Pero, María estaba preparada y pronunció el “hágase en mí según tu palabra” con la sencillez de quien sólo cumplía la voluntad de Dios.

La acogida de María fue personal, firme y radical; sin fisuras ni medias tintas. Y no porque entendiera todo lo que se le proponía, sino porque se lo proponía Dios. Acogida no de un momento sino de por vida.

El ángel y la acogida de José

José “que era bueno” aprendió de María a fiarse de Dios, aunque no lo entendiera siempre. Porque su esposa María también era buena, y también tenía que guardar en su corazón lo que no entendía de su Hijo y de su Dios.

“José, hijo de David, no temas…” Lo mismo que otro ángel le había dicho a María: “No temas, María”. A Dios no le gusta el miedo. Y no ya que le temamos a él, no le gusta que vivamos bajo el miedo y temor, propio de los esclavos. Nosotros somos hijos. Por eso, no temas, María, José, Antonio, Isabel… Aunque pienso que lo único que temía el bueno de José era ocupar el puesto que no le correspondía en aquella familia en ciernes. José no desconfió nunca de Dios ni de María. Otra cosa es que lo entendiera o que las cosas transcurrieran según los derroteros que él se había prefijado.

Pero, una vez que Dios se manifiesta por medio del ángel, José, por bueno, por justo, acoge la voluntad de Dios, la secunda con prontitud y entereza, y, lo más importante, “se llevó a casa a María, su mujer”, y, con María, a Jesús. Lo demás pertenece al corazón, al corazón de una Virgen Inmaculada, de un hombre justo, bueno y santo, y del mismo Hijo de Dios.

Fray Hermelindo Fernández Rodríguez
La Virgen del Camino