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Restauró los templos de lugares santos de Jerusalén después de la invasión persa.
El rey de Persia, Cosroes, en el año 600 invadió a Palestina y devastó la Iglesia tanto a las personas como a las construcciones. Mató a millares de cristianos, a otros los vendió como esclavos, otros, entre ellos al arzobispo de Jerusalén, San Zacarías, los desterró.
El emperador Heráclito de Constantinopla derrotó a Cosroes y le quitó la Santa Cruz que se habían robado los persas de Jerusalén y quiso el mismo ir a la ciudad santa para restaurarla. Al ver la devastación, el emperador lloró.
Habiendo muerto San Zacarías en el destierro, Modesto, superior de un convento de Palestina, fue escogido como sucesor. Se dedicó con todas sus fuerzas a restaurar los templos poniendo atención a conservar lo original. Lo primero que reconstruyó fue el templo del Santo Sepulcro, y luego el de Getsemaní o el Huerto de los Olivos y la Casa de la Última Cena, o Cenáculo. Después siguieron centenares de otras iglesias y capillas.
Una de las grandes contribuciones fue la del Arzobispo de Alejandría en Egipto le envió mil cargas de harina para los obreros, mil trabajadores, mil láminas de hierro y mil bestias de carga.
Un 18 de diciembre, mientras llevaba un valioso cargamento de ayudas para la restauración de los santos lugares, fue envenenado para poder robarle los tesoros que llevaba.