Navidad, Realidad o Fantasía

Escrito por Mons. Oscar A. Campos Contreras

La realidad del consumo.

1. Está ya entre nosotros el ambiente de Navidad con toda su carga festiva, económica, emocional y, en algunos casos, religiosa. Digo, en algunos casos, porque las fiestas de Navidad, cada vez están más cargadas de sentido comercial. Se convierten en la oportunidad de vender y de comprar. En el consumo de diversos objetos tenemos ahora la felicidad al alcance de la mano. Una buena parte de las fiestas organizadas en este tiempo son la oportunidad de consumir todo y de todo, como placer inmediato, aunque se dañe la misma salud. No podemos cerrar los ojos a estos hechos que se extienden aún en las más apartadas comunidades. Ante este fenómeno de la vida actual, los cristianos no podemos ser indiferentes. Tenemos que preguntarnos por qué se apaga el sentido religioso de la Navidad y con ello su significado profundo. ¿Se preguntan acaso los hombres y mujeres de nuestra época: Cuál es el sentido verdadero de la Navidad?

Tiempo de nostalgias.

2. Este tiempo también produce nostalgias. Son muchos los recuerdos del tiempo pasado que, con su carga emocional, alimentan la tristeza de la ausencia por los que ya no están con nosotros, o por lo que ya no se tiene. Parece que la carga de la soledad se hace más intensa en esta época y agrava el sufrimiento interior de muchas personas. ¿Qué será para nuestras comunidades este tiempo de Navidad: cercanía o lejanía de Dios? ¿La soledad y el vacío de la existencia de tanta gente, no será una expresión de nostalgia por sentir la lejanía de Dios?

El drama de la miseria.

3. Por otro lado el drama persistente de la miseria humana sigue siendo un grito angustioso que debe avergonzarnos. Una pobreza que se sostiene en la ignorancia educativa y religiosa, en la corrupción social y política, en la injusticia económica. Una pobreza que alimenta en consecuencia la manipulación social, política y aún religiosa, es un grito en las difíciles encrucijadas de la vida. Es una pregunta acerca del camino de la vida y de la esperanza, en medio de los gritos de violencia y de muerte, amplificados por los medios de comunicación. Ante estos gritos ¿Es el silencio egoísta la única respuesta, o hay una palabra de esperanza? ¿Celebrar la Navidad es un acontecimiento pasajero sin mayores consecuencias en la vida, o nos entrega una Palabra que le da sentido y felicidad verdadera a nuestra pobre existencia? ¿Nos entrega realmente la Navidad la Palabra de la Vida?

"Vayamos hasta Belén para ver eso que el Señor nos ha anunciado". Se fueron, pues, a toda prisa y encontraron a María, a José y al niño , recostado en el pesebre... (Lc. 2, 15-16)

Un Dios necesitado del cuidado del amor.

4. Las tradiciones nos trasmiten enseñanzas. Perderlas es olvidar el mensaje. Hoy se llenan los comercios y aún los hogares con imágenes de plástico, tienen la figura que nos llega del Norte. Ponemos a Santa Claus en lugar del Nacimiento. No sólo pierden nuestros artesanos, hábiles artistas de cerámica, de barro, con sus imágenes del Niño Dios, la Virgen con San José y los pastores. De igual forma perdemos nosotros, al dejar de asombrarnos ante el misterio del amor Dios que se hace presente en nuestra historia, para devolvernos la oportunidad de reconocer la cercanía y la bondad de nuestro Dios en un hombre, Jesucristo, nacido como cada uno de nosotros: necesitado de cariño, de cuidado, de amor.

5. Estamos olvidando que Navidad es celebrar el Nacimiento de Jesucristo. Él viene a abrirnos los ojos del corazón para descubrir su presencia en cada hermano. Navidad es contemplar a una humilde familia en Nazaret que dejó entrar plenamente a Dios en su existencia y lo ofrece en un niño débil con los brazos abiertos para que, a pesar de nuestra miseria humana, no le tengamos miedo. Esta es la novedad permanente que tiene más de dos mil años y no puede pasar de moda. Pero es necesaria una luz para encontrarlo en la oscuridad de nuestra propia noche y experimentar el gozo de su cercanía. Necesitamos la luz de la Fe. Necesitamos, como los pastores, creer en la palabra anunciada, no como una palabra más entre las múltiples ofertas de felicidad comprada y pasajera, sino como la única y total felicidad que sólo Dios puede dar a nuestro corazón.

Dejar entrar a Cristo en la vida

6. Recuperemos pues el sentido de la Navidad. La nostalgia de Dios, que de una y otra forma miles de jóvenes expresan en sus diversas búsquedas de felicidad, debe ser atendida. Cada familia cristiana, como la familia de Nazaret, debe abrirse totalmente al Dios de la Vida. Han recibido, en cada hijo, un don y una misión. Deben alimentar su vida en todos los aspectos, pero muy particularmente en el amor a Dios, fuente de felicidad verdadera; fuente de amor al prójimo y de reconocimiento de la propia dignidad humana. Que este tiempo de Navidad les ayude a abrir las puertas de su hogar a Dios que pide posada en nuestra casa. La comunicación, el perdón de las ofensas, la preocupación por ayudar al prójimo, sobre todo al más necesitado; al mismo tiempo que la participación en la misa dominical, la oración en familia y una mejor formación religiosa, son señales de que queremos dejar que Cristo entre a compartir con nosotros.

Levantar la esperanza

7. Dios, en Cristo, se ha hecho pobre entre los pobres. Múltiples son las formas de pobreza que hacen sufrir la condición humana. Es desgarradora la que provoca hambre, enfermedad, soledad y muerte. Terrible es también la que degrada la dignidad de la persona, porque se es humillado o porque se abusa del indefenso. Es pobre el violento o el criminal porque su corazón está dañado y degradado por el mal. Todas estas pobrezas son gritos que en ocasiones parecen más ensordecedores que el anuncio de la Buena Noticia del Evangelio a los pobres pastores: "No teman. Les traigo una buena noticia que causará alegría a todo el pueblo: hoy les ha nacido, en la ciudad de David, un Salvador... (Lc. 2,10-11). Los cristianos, como los pastores, aún en medio de la noche del mal que daña a nuestro país y a nuestros pueblos, estamos atentos al anuncio que levanta nuestra esperanza en una vida nueva, la vida que se nos ofrece en Cristo, que se ha hecho parte de la familia humana.

8. Celebrar el Nacimiento de Jesús es reconocer a Dios entre nosotros. Él está en cada persona que me necesita. Él me hace reconocer que todos estamos necesitados de todos. En cada persona dañada, humillada o marginada, está el mismo Dios que quiere ser reconocido y abrazado. Todavía más, Él quiere entrar en el corazón de los que hacen el mal para darles oportunidad de rectificar el sentido de su vida; para que su noche se vuelva día y su oscuridad luz; para que dejen la más radical pobreza provocada por la ambición, el odio y la muerte. Celebrar la Navidad, es devolvernos a la realidad del amor profundo que nos hace ver a Dios en el prójimo; que nos hace descubrir en el rostro de todo ser humano, el rostro de Dios. La Navidad no es fantasía o magia. La Navidad tiene que ser aquí y ahora una realidad histórica. Si la Navidad no nos devuelve a este realismo, no nos llevará a la verdadera felicidad. Fuimos hechos para el amor que brota de Dios y se hace realidad en el amor al prójimo. Por eso, sólo en la medida que crezcamos en él podemos alcanzar la felicidad verdadera y total.

¿Es posible vivir la Navidad?

9. Entender y vivir el sentido auténtico de la Navidad, con todas sus consecuencias, puede parecer casi imposible. Sin embargo todo es posible para el que tiene fe. Reconocer a Jesucristo como nuestro Dios es obra del Espíritu. En estos días para encender las luces navideñas es necesario conectarlas a la energía. De igual forma es necesario estar conectados con Dios para que Él encienda, o haga más intensa la luz de la Fe en la vida de cada uno de los que nos llamamos cristianos, de tal manera que brille la luz de Dios en la vida de cada uno, en la vida de cada familia, en la vida de la sociedad, en la vida misma de la Iglesia.

10. Esta Navidad, con la vida, es otro regalo de Dios; recibámoslo con gratitud. Cuidemos que no se apague la luz de la fe en nuestra vida. Vayamos con humildad, como los pastores, al encuentro de Jesús. Gocemos como ellos este encuentro y demos testimonio con alegría de nuestra fe. Quienes hemos recibido el mensaje del Evangelio por la fe que nos trasmitieron nuestros padres; quienes somos discípulos del Señor, porque hemos recibido su Palabra; quienes, desde las comunidades parroquiales, nos alimentamos con su Palabra y sus sacramentos, estamos comprometidos a compartir, a manos llenas, la fe. Esa fe que permitirá descubrir el amor cercano de Cristo, a muchos hombres y mujeres que alejados de Dios han oscurecido no sólo el sentido de la Navidad, sino el propio sentido de su vida. Trasmitamos la fe para superar toda nostalgia. Compartamos la fe para compartir el pan con generosidad.

11. Deseo muy sinceramente que cada parroquia, con todas sus comunidades, aprovechen la Navidad y todos los acontecimientos que celebran el Misterio de Cristo, para que renueven, con creatividad pastoral, su entusiasmo misionero y, como pastores de Belén que, después de verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño, y cuantos los oían quedaban maravillados. De corazón deseo para todos, pero especialmente para quienes experimentan algún dolor físico, algún sufrimiento, o ambas cosas, que estos días les permitan sentir, por la fe, la cercanía y la bondad de Dios que ha venido a hacerse partícipe de nuestros sufrimientos. Deseo que en cada familia Cristo sea el fuego que da luz y calor en su hogar. Deseo que en nuestra vida social, económica y política, el anuncio de la Paz que Cristo ha traído al mundo se haga realidad por el testimonio de todos los hombres de buena voluntad y particularmente de quienes nos llamamos cristianos, para que la Navidad sea un nuevo impulso que nos anime a todos a participar en la construcción de un mundo más justo y más fraterno.

Para todos, en la Noche de Navidad y siempre, mi oración y mi bendición.

Santo Domingo Tehuantepec. 14 de Diciembre de 2012. Año de la Fe.

+ Oscar A. Campos Contreras
Obispo de Tehuantepec
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