¡El Señor viene a traer la alegría y la paz verdadera a nuestro corazón!

Escrito por Mons. Rogelio Cabrera López

Celebramos, con toda la Iglesia, el inicio del novenario que nos acerca a la fiesta de la Natividad del Señor. A partir de hoy, iniciamos las tradicionales posadas, que nos recordarán el camino que la Virgen María y San José tuvieron que recorrer para encontrar un lugar en donde pudiera nacer el Redentor de la humanidad (Cfr. Lc 2, 1-7)

La tradición de las posadas, es una manera de hacer presente lo que ocurrió hace muchos años y, lo más importante, que no nos quedemos en una fiesta más que pueda resultar sólo exterior o superficial, sino que debemos adentrarnos a conocer y celebrar su auténtico significado. Se debe conocer por qué y para qué se llevan a cabo y así vivirlas de una mejor manera.

No debemos confundir la celebración de una auténtica posada, con cualquier otra celebración festiva que se realiza en torno a estos días.

La realización de las posadas, se remonta a los inicios de la evangelización en nuestro Continente. Los misioneros que llegaron a México a finales del siglo XVI, sembraron en las costumbres religiosas de los indígenas el espíritu del Evangelio, y dieron a sus fiestas un sentido cristiano, que serviría como preparación para recibir a Jesús en su corazón el día de Navidad.

Los misioneros convocaban al pueblo al atrio de las Iglesias y ahí rezaban el Rosario, acompañado de cantos y representaciones del Evangelio. Al terminar, se repartían frutas y dulces como signo de las gracias que recibían aquellos que aceptaban la doctrina de Jesús.

Así pues, las posadas deben ser un medio para preparar con alegría y oración nuestro corazón para la venida de Jesucristo.

Invito fraternalmente a toda la comunidad a que no olvidemos el real significado de estos días, en los que, desafortunadamente, por una deformación de su verdadero sentido, lo que debe ser alegría y paz puede convertirse en tristeza y desesperación, debido a los excesos con los que se viven las reuniones previas a la Navidad.

Preguntémonos: ¿qué motivos de alegría me rodean en estos días de preparación? O si existe algo que me haga olvidar que el centro de estas celebraciones, y de mi vida entera, es Jesucristo. Quizá en este tiempo hay muchos motivos en nuestro corazón, que están centrados en otro lado.

Permitamos que sea Jesús quien venga a llenar ese vacío interior, y que encuentre en nuestro corazón, en nuestra familia y en toda la sociedad, un lugar en donde nos prodigue su gran amor, dicha y prosperidad.

+ Rogelio Cabrera López
Arzobispo de Monterrey
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Nacional