“Apóstol elegido para anunciar el Evangelio de Dios”

Escrito por Mons. Alberto Suárez Inda

En esta víspera del aniversario de mi Ordenación Episcopal, el Señor me concede el gozo de ordenar como Presbítero al Diácono Francisco Armando. Quiero recordar en esta fecha el 70 aniversario de la Ordenación Sacerdotal de mi muy querido predecesor, Don Estanislao Alcaraz Figueroa, que de Dios goce. Igualmente permítanme hacer memoria de dos compañeros míos ya difuntos, que también se ordenaron Sacerdotes un 19 de diciembre en Roma, hace 48 años. Se trata de los Padres Pastor Esteban Camacho, de Ciudad Hidalgo, y Heriberto Alcalá Nateras, originario de Jungapeo. Ambos fueron profesores y formadores en este Seminario.

En la tradición litúrgica, solía designarse el día de la Ordenación Episcopal, y creo que también sacerdotal, como el “dies natalis”, dando a entender que se trata de un nuevo nacimiento. De modo que Francisco Armando podrá celebrar cada año en esta fecha su cumpleaños de Sacerdote, recordando con gratitud que hoy nace para la Iglesia y para el mundo como “apóstol elegido para anunciar el Evangelio de Dios”.

Meditando la Palabra de Dios que ha sido proclamada, vemos que tanto el Libro de los Jueces como el Evangelio de San Lucas nos narran escenas semejantes en las que un Ángel del Señor se aparece para anunciar la concepción y el nacimiento milagroso de un Niño que viene a cumplir una misión extraordinaria dentro del proyecto de la salvación. La madre de Sansón era estéril y su padre de edad avanzada, lo que hacía humanamente imposible que pudieran tener hijos. Lo mismo acontece en el caso del Bautista, al grado que el mensaje del Ángel provoca el desconcierto de Zacarías, quien en medio de la incredulidad y el temor pregunta: “¿Cómo podré estar seguro de esto?”

Lo que se quiere subrayar es el carácter sobrenatural y gratuito de la intervención divina que en un plan amoroso quiere liberar a su pueblo. Sansón vendrá al mundo para ser instrumento de Dios poderoso oponiéndose a la idolatría y a la depravación de Israel y luchando contra la dominación de los filisteos. La obra del Bautista será más bien una liberación espiritual: “convertirá a muchos israelitas al Señor… preparará así al Señor un pueblo bien dispuesto a recibirlo”.

En este Adviento, dentro del Año de la Fe, Dios se nos presenta como el Señor de lo imposible, capaz de superar las dificultades más grandes porque quiere salvarnos. Hay situaciones que nos parecen irremediables y que nos llevan al desaliento, llegamos a pensar que Dios no nos oye. Recordemos lo que dijo el Ángel a Zacarías: “No temas, tu súplica ha sido escuchada”. Uno podría pensar que Zacarías acogería con entusiasmo ese anuncio, sin embargo, después de tanto esperar se hizo escéptico, le faltaba esperanza. En el fondo, la falta de esperanza viene de una falta de fe.

En su pedagogía paterna, Dios le pone una nueva prueba a Zacarías; lo castiga dejándolo mudo. Pero se trata de una prueba que lo sanará, como liberará más tarde a muchos gracias a la predicación del Bautista. Isabel y su esposo deseaban tener un niño, como muchos matrimonios desean un hijo que venga a alegrar su familia, quieren un niño para ellos. Dios les manda un hijo, pero que no será para ellos, sino que estará consagrado a Dios, que se irá al desierto para abrir los caminos a favor de todo un pueblo.

Nuestro Señor va preparando el corazón de sus hijos a través de diversas pruebas para una gracia mayor. Haciendo que nos desprendamos de ciertos deseos humanos, de satisfacciones o ambiciones que pudieran ser legítimas, nos dispone para la verdadera bienaventuranza. Los papás y familiares de Francisco Armando experimentan de alguna manera lo mismo que Isabel y Zacarías, quienes vieron salir de casa a su hijo para seguir una vocación extraña. Se alegran al verlo hoy como Sacerdote, pero al mismo tiempo lo entregan totalmente al Señor sin poner obstáculos a lo que Dios le pida en adelante.

La Ordenación Sacerdotal de Francisco Armando nos invita a todos a acoger la Palabra de Dios con un corazón humilde y confiado. La historia personal de cada uno, desde el día de nuestro nacimiento, está marcada por la mano providente y paternal de Dios. Con frecuencia no captamos el sentido profundo de los acontecimientos cotidianos en los que el Señor nos habla y quiere que reconozcamos su voluntad. Pidamos la gracia de saber descubrir las señales de Dios, que veamos en este nuevo Sacerdote a un mensajero del Evangelio de Dios.

Al igual que San Pablo, tú, Francisco Armando, has sido llamado para ser apóstol, has sido elegido para anunciar la Buena Noticia acerca de Jesucristo, nacido según la carne y resucitado de entre los muertos. Por el Espíritu Santo recibes la gracia y la misión apostólica a fin de conducir a la obediencia de la fe a tus hermanos.

Concluyamos nuestra meditación contemplando a María en el Misterio de la Anunciación. Hay un grande contraste en relación con el anuncio a Zacarías; mientras que a él le habló el Ángel en el marco grandioso del templo de Jerusalén, a Ella la encuentra el Mensajero en la sencilla casita de Nazaret. A la incredulidad de Zacarías se opone la fe de la Virgen. Si Juan se llena del Espíritu estando ya en el seno de su madre, Jesús será concebido por obra y gracia del Espíritu Santo. Al contrario de Zacarías que se quedó mudo, María proclama el canto jubiloso del Magníficat.

Que nuestra Eucaristía, esta Eucaristía que por primera vez vas a concelebrar hoy y que mañana celebrarás en la Basílica de María Inmaculada de la Salud, te impulse a ser testigo alegre y valiente del poder del Señor que sigue haciendo proezas y extiende su misericordia de generación en generación.

Homilía en la Ordenación Sacerdotal de Francisco Armando Gómez Ruiz. Seminario Diocesano de Morelia, 19-XII-2012.

+ Alberto Suárez Inda
Arzobispo de Morelia
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