A CAUSA DE las persecuciones, la sede de Roma quedó vacante durante casi un año después del martirio de San Sixto II. Hasta entonces, estuvo ocupada por el presbítero Dionisio —tal vez griego—, a quien se describe como un hombre admirable y extraordinariamente sabio, por lo cual se le dio el sobrenombre de Alejandría. En un sínodo convocado por el Papa San Dionisio en Egipto, se le pidió que diese cuenta de los puntos de vista expuestos por él cuando escribió contra el sabelianismo. El Papa accedió e hizo una extensa exposición de sus opiniones. Lo mismo que Esteban I y otros de sus predecesores, el Papa San Dionisio envió limosnas a los cristianos de países remotos, especialmente a los de la Iglesia de Cesárea en Capadocia, que había sido saqueada por los godos. El edicto de tolerancia del emperador Galieno permitió a Dionisio restablecer el orden en la administración eclesiástica y adelantar los trabajos de la religión, después de una larga época de persecuciones. Aunque no fue el único de los primeros Papas que murió naturalmente, sí fue el primero a quien no se le concedió, litúrgicamente, el título de mártir.

Butler Alban - Vida de los Santos