2012-12-28 L’Osservatore Romano
Hay una tierra buena, una tierra sana, libre de todo egoísmo y de toda cerrazón. Una tierra que Dios ha preparado para venir a habitar entre nosotros. Esta tierra existe; también hoy, en 2012. Y de esta tierra ha brotado nuevamente la verdad, trayendo amor, justicia, paz, acogida para todos, incluso para los más humildes y abandonados. Una tierra donde resplandece la Luz pura, gracias a la cual la dignidad del hombre es y permanece inviolable; donde la violencia es considerada un absurdo, sobre todo si se atribuye a la prepotencia de la fe en el único Dios. Redescubrir esa tierra significa volver a la paz. Una Navidad abierta a la firme esperanza cristiana es la propuesta de Benedicto XVI, afligido por la perpetuación de numerosas formas de violencia que ensangrientan los senderos de la humanidad, empeñada en llenarse de sí misma hasta el punto de no dejar «espacio a Dios», y, por lo tanto, al prójimo, a los niños, a los pobres, a los hambrientos, a los que sufren.
Los discursos pronunciados por el Pontífice durante las celebraciones navideñas, han presentado nuevamente la división de un escenario inquietante, donde la tentativa «del hombre de cerrarse a Dios» propone la imagen de una «omnipotencia a la inversa». Un «pensamiento tenebroso» ha dicho en el mensaje «Urbi et orbi», que «puede darnos miedo». Y aquí entra en juego la esperanza cristiana «que vence el miedo: la verdad ha brotado. Dios ha nacido».
El Papa expresó el deseo de que ahora esta verdad «brote para la población de Siria»; para la población israelí y palestina; para Tierra Santa; para Egipto, Malí, Nigeria, República Democrática del Congo, Kenya y para el vasto continente asiático. Y ha deseado que el «Rey de la paz» dirija su mirada «a los nuevos dirigentes de China en el alto cometido que les espera», y a los gobernantes de América Latina para asegurar paz y bienestar a todos.
Solemne ha sido la oración elevada por el Pontífice durante la Misa de medianoche a fin de que «también hoy, de las espadas se forjen arados», «en lugar de armamento para la guerra lleguen ayudas para los que sufren» y quien cree aplicar la violencia en nombre de Dios aprenda «a comprender lo absurdo de la violencia» y a reconocer el verdadero rostro de Dios.