“Ahora, en estos tiempos, nos ha hablado por medio de su Hijo”

Escrito por Mons. Carlos Aguiar Retes

Homilía en la Celebración de la Natividad del Señor (Ciclo C)

Así, en una breve síntesis puesta en un párrafo, el autor de la Carta a los Hebreos, nos indica que de muchas formas habló Dios a su pueblo. Las tenemos consignadas en el Antiguo Testamento en el libro de la Biblia, pero llegó el momento culminante de la Historia de la Salvación, de la intervención de Dios a favor de los hombres; y por ello envió a su Hijo, para que fuera Él, quien nos hablara.

El Evangelio nos confirma que este Hijo era efectivamente la Palabra y por eso, cuando hoy celebramos ese acontecimiento que iluminó la historia de la humanidad, debemos reflexionar las consecuencias de esta elección que hiso Dios, el método con el cual quiere relacionarse con nosotros.

Normalmente el ser humano, por su propia condición de creatura, limitada, frágil, que le desborda la misma naturaleza, que se encuentra siempre desconcertado ante tantos acontecimientos, pero que cree que hay un Ser Superior que creo todo el universo, que lo creo a él; tiene miedo de ese Ser Superior, tiene miedo a Dios. Así nacemos todos, con esa conciencia vamos creciendo como niños, como adolescentes y nos cuestionamos sobre como tenemos que actuar para que Dios no nos castigue, para que Dios no vaya a intervenir, penalizándonos; y por eso es importante este día de la Navidad, reflexionar en este método que Dios escogió, que no es a través del miedo, ni del castigo, como Dios quiere relacionarse con nosotros.

¡Esta es la gran noticia, esta es la Buena Nueva! Dios ha escogido la palabra, ha escogido el diálogo, ha escogido hablar con nosotros, como uno de nosotros, ponerse en el nivel de entendimiento y comprensión, propios del ser humano; por eso nació Jesús en Belén, por eso se hizo hombre como nosotros, “la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”. Bien sabemos que la palabra en sí misma es frágil, es débil, como dice el refrán popular, muchos de nosotros escuchamos y, por un oído nos entra y por el otro oído nos sale, no hacemos caso de lo que escuchamos, no atendemos a quien nos habla. La palabra se va tan rápido, como es en sí misma pronunciada, la acabamos de decir, y aunque ahora es cierto, hay medios tecnológicos que nos ayudan a grabarla; sin embargo, Jesucristo es la Palabra que no solamente ha sido pronunciada, sino que ha sido vivida en la experiencia de una historia concreta, como la de Jesús, que es mucho más fuerte, atractiva, fascinante.

Por eso, la historia que arranca en Navidad, culmina en el calvario, culmina en la entrega total para dar testimonio de que lo que ha dicho, que lo que ha pronunciado, es el camino y Él, el mismo Jesús, lo ha recorrido. Nosotros, así, podemos creer con mayor fidelidad, podemos aceptar con mayor garantía, que la enseñanza de Jesús, no es simplemente una doctrina moral, es un camino de vida, por que Él mismo lo recorrió. No es un Maestro que pronuncia sermones y se olvida de ellos; es Jesús, quien lo que predicó, lo vivió; por eso es la Palabra con mayúscula.

Ahora bien, así se ha dirigido Dios a la humanidad, porque prefirió hablarle al corazón del hombre, para transformarle desde dentro, no por medio del temor, ni del miedo, como hacemos a veces nosotros mismos, entre nuestros diálogos y relaciones, en nuestras maneras de convivir; cuando nos desesperamos porque el otro no hace caso, tratamos entonces de infundirle miedo para que el otro actúe como nosotros queremos. Fíjense bien que ese no es el método de Dios. A veces nos desesperamos porque hay tanto mal en medio de nosotros, tanta violencia, tanta agresión y muerte, que quisiéramos que por medio del miedo y del terror se pudiera poner la paz. La paz solamente se alcanza cuando escuchamos a la Palabra, al Verbo Encarnado, a Jesucristo. Cuando lo hacemos así, estamos introduciéndonos en el camino del amor, en la experiencia de vivir, porque así lo creemos y aceptamos. Ese es el único camino de salvación para la Navidad; el diálogo profundo, testimoniado con la experiencia de vida al estilo de Jesucristo.

Hoy celebramos la Navidad, no es simplemente el recuerdo de aquel momento histórico; es la alegría de que Dios haya escogido este método y se siga relacionando con nosotros, con la Palabra, porque quiere amarnos y quiere que nosotros le amemos. Quiere que sea fruto de esta relación de diálogo, de una conversación que nos lleve a entendernos y comprender que es lo que Dios quiere de nosotros y que es lo que nosotros necesitamos hacer, para seguir a su Palabra. Esa es la razón de la alegría de esta Navidad, nosotros estamos llamados como dice la primera lectura, a ser mensajeros de la Buena Noticia, a transmitir; nosotros somos discípulos de Cristo, para ser también expresión de la Palabra, para transmitir a los demás lo que hemos escuchado de Jesucristo.

Hermanos, ese es el sentido de nuestra alegría y nuestra esperanza en la Navidad, este es el camino a recorrer. Ese amor de Dios que se derrama, es garantía de que va a tener Dios la paciencia necesaria, la paciencia suficiente para esperar nuestra respuesta por medio de la convicción del corazón. Que el Señor nos dé, a cada uno de nosotros, la capacidad de vivir la experiencia de Cristo, de ser palabra para los demás; la capacidad de transmitir esta alegría y poder transformar nuestros círculos de relación con los demás. Nunca actuemos infundiendo miedo y terror a los otros, actuemos infundiendo alegría y esperanza, manifestando la verdad.

Que así sea.

+ Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla
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Nacional