¿Qué sentido tiene nuestra vida? ¿Cómo situarnos ante el sufrimiento y la muerte? ¿Qué es lo que conduce a la alegría de vivir? Estas son preguntas a las cuales cada generación y cada persona está llamada a responder. Las respuestas nopueden contenerse en fórmulas prefabricadas. «¿Y si Dios existiese?». La cuestión de Dios no ha desaparecido del horizonte, pero la manera de plantearla ha cambiado profundamente. El hecho de que la individualidad sea central en nuestra época tiene su lado positivo: valoriza a la persona humana, su libertad y autonomía. Incluso en las sociedades en las que la religión está muy presente, la confianza en Dios es algo cada vez menos evidente, necesita de una decisión personal. «Dios habita una luz inaccesible, Ningún ser humano lo ha visto, ni puede verle» (1 Timoteo 6, 16). Estas palabras del apóstol Pablo tienen una resonancia muy actual. ¿Qué consecuencias podemos sacar? ¡Busquemos juntos, hablemos de ello con otros, creyentes, agnósticos o ateos! La línea que separa la fe de la duda atraviesa tanto a creyentes como no-creyentes. Cuando los buscadores de Dios son menos afirmativos en la expresión de la fe, no es porque sean menos creyentes, sino que son muy sensibles a la trascendencia de Dios. Rechazan encerrar a Dios dentro de unos conceptos. Si nadie puede verle, ¿cómo pudieron los primeros cristianos afirmar que en Jesús vemos a Dios? «Él es imagen del Dios invisible» escribe el mismo apóstol Pablo (Colosenses 1, 15). Jesús es uno con Dios, verdadero Dios y verdadero hombre, sin separación ni mezcla. ¡Cuántos combates a través de la historia para afinar el sentido de estas expresiones paradójicas del misterio de Dios! Ellas nunca sustituirán nuestra búsqueda personal, son indicaciones en el camino. A través de todo lo que es y hace, Jesús muestra que Dios es amor, revela el corazón de Dios. Dios no es una fuerza arbitraria, sino Aquel que nos ama. Los primeros cristianos dieron testimonio de que Jesús se levantó de la muerte, y que está en Dios. Él pone la vida misma de Dios como un tesoro en el corazón de los que tienen un encuentro con Él. Este tesoro es una presencia personal, su nombre es Espíritu Santo, el que anima y consuela.
Hermano Alois