2013-01-03 L’Osservatore Romano
El mundo es rico de obras de paz. Son la prueba más concreta de la vocación innata de la humanidad a la paz. Por lo demás «el hombre está hecho para la paz», que es un don de Dios. «Estoy convencidode ello», dijo el Papa el 1 de enero de 2013, desde el altar de la Confesión de la basílica de San Pedro a la que, tal vez como nunca, en esta 46ª jornada mundial de la paz, se dirigieron los ojos del mundo entero. Y Benedicto XVI, igual que hizo durante los ritos navideños, aprovechó la ocasión para relanzar el mensaje de esa firme esperanza cristiana que renace cada año en el corazón de la Iglesia universal. Y esto a pesar de que el mundo esté todavía marcado por «focos de tensión y contraposición – dijo volviendo a proponer el mensaje para esta jornada – provocados por la creciente desigualdad entre ricos y pobres, por el predominio de una mentalidad egoísta e individualista, que se expresa también en un capitalismo financiero no regulado», y los continuos actos de terrorismo y de criminalidad. «El cristiano – había subrayado durante el Te Deum de acción de gracias el 31 de diciembre de 2012 – es un hombre de esperanza» porque sabe «que la fuerza de la fe puede mover montañas». Más aún, el hombre de fe es «deudor del Evangelio hacia los demás habitantes», explicó a los fieles de su diócesis romana en la cita de fin de año, invitándoles a un compromiso tan generoso como necesario «para desarrollar los itinerarios de formación espiritual» en los niños y en los jóvenes, para ayudarles a comprender el sentido de pertenencia a la comunidad eclesial y a favorecer el nacimiento del deseo «de crecer en la amistad con el Señor». Un compromiso que se ha hecho eco de la invitación dirigida a los padres durante el encuentro en el Ángelus del domingo 30 de diciembre de 2012. «Los padres – apuntó el Papa – se han de preocupar seriamente por el crecimiento y la educación de sus hijos, para que maduren como hombres responsables y ciudadanos honestos». Una invitación que se transformó en llamamiento a ser siempre «custodios de este don incomparable de Dios» que es la vida.
Hubo también espacio para dirigirse a los jóvenes participantes en el 35º encuentro europeo animados por la Comunidad de Taizé, con quienes rezó el sábado 29 de diciembre en la plaza de San Pedro. A ellos la invitación de proponerse como ejemplos concretos de la respuesta de Pedro a la pregunta que Jesús hizo a sus discípulos «¿Quién soy yo para vosotros?». «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo»: una respuesta, es decir, «que no proceda de la obligación» sino «de vuestra libertad profunda». «No tengáis miedo – repitió el Papa – de preceder a la aurora para alabar a Dios. No seréis defraudados». El porqué de esto lo explicó el miércoles 2 de enero en la primera audiencia general del año. Volviendo a los orígenes de la esperanza y de la alegría cristiana: el misterio de la encarnación. «Nada es imposible para Dios», dijo. Hasta el punto de que del vientre «de una humilde mujer» dio inicio una nueva creación».