El misterio de un Dios con manos y corazón de hombre

2013-01-09 L’Osservatore Romano
El Hijo de Dios «trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre». Haciendo referencia a las palabras de la constitución conciliar Gaudium et spes el Papa evidencia «la grande y maravillosa riqueza del misterio de la Encarnación»: misterio de un Dios —precisó durante la audiencia general del miércoles 9 de enero— «que descendió de su Cielo para entrar en nuestra carne» y abrirnos de este modo «el camino hacia su Cielo, hacia la comunión plena con Él».

Se trata de una verdad —dijo el Pontífice hablando a los fieles reunidos en el aula Pablo VI— a la que «estamos tan acostumbrados que casi ya no nos asombra la grandeza del acontecimiento que expresa», ocupados como estamos sobre todo por los «aspectos exteriores» de las fiestas navideñas. Es preciso por lo tanto «recuperar el asombro ante este misterio», dejándonos «envolver por la grandeza de este acontecimiento: Dios, el verdadero Dios, Creador de todo, recorrió como hombre nuestros caminos, entrando en el tiempo del hombre».

En el centro de la Encarnación está la lógica de la «gratuidad del amor»: Dios —recordó Benedicto XVI— «hizo de su Hijo único un don para nosotros, asumió nuestra humanidad para donarnos su divinidad». Por lo demás, «también en nuestro donar no es importante que un regalo sea más o menos costoso; quien no logra donar un poco de sí mismo, dona siempre demasiado poco».

En el misterio del Dio hecho hombre —observó el Pontífice— se contiene todo «el inaudito realismo del amor divino». Cristo, en efecto, se encarna en un tiempo y en un lugar determinados, crece en una familia, tiene amigos, trabaja con un grupo de discípulos. Para el Papa este modo de obrar representa «un fuerte estímulo para interrogarnos sobre el realismo de nuestra fe, que no debe limitarse al ámbito del sentimiento, de las emociones, sino que debe entrar en lo concreto de nuestra existencia, debe tocar nuestra vida de cada día y orientarla también de modo práctico». De este modo, la Encarnación da vida también a «una nueva creación», porque «sólo en Jesús se manifiesta completamente el proyecto de Dios sobre el ser humano: Él es el hombre definitivo según Dios».